TEtn estos días comienza, de nuevo, el calvario de las cientos de familias que quieren que sus hijos reciban formación musical en las Escuelas Municipales de Música de Badajoz.

Tanto para los que ya están, como para aquellos que quieren optar por primera vez a una plaza, la tarea no se presenta fácil.

El principal problema es el de siempre y tiene difícil solución y sobre todo en los tiempos que corren: dinero, money, pasta. Llámenle como quieran.

No obstante este año se han solucionado dos situaciones lacerantes hasta ahora: por una parte, la precaria e inestable situación laboral de los profesores, la cual no se correspondía con la talla profesional de la mayoría de ellos y que estaba provocando que muchos alumnos vieran frustrada su emergente vocación musical, debido a las numerosas bajas y sustituciones que se producían durante el año.

La otra medida positiva que se ha tomado afecta a la salud emocional de los padres. Este año se acabaron los madrugones y las largas horas de cola a las puertas de la Concejalía de Cultura. Un esfuerzo tras el cual no siempre se obtenía la recompensa de la plaza o el horario deseado. Aunque el nuevo sistema de inscripción tampoco ha gustado a todos, en mi opinión, mejora lo que había.

Es evidente que el nuevo director de las Escuelas Municipales de Música y a la vez director de la Banda Municipal, Vicente Soler , quiere mejorar las cosas. Al menos, le honra haberse puesto delante de los padres, imitando la valentía de los toreros que se encierran con seis miuras.

Pero la tarea que tiene por delante no es fácil. Entre las muchas necesidades se encuentran la contratación de más profesores para cubrir la demanda existente y la construcción de una única sede de las Escuelas Municipales de Música. A su favor tendrá el magnífico trabajo que se viene haciendo desde hace años en las Escuelas. Entre sus lastres se encuentra: la escasez presupuestaria y el político de turno, que no siempre se deja asesorar.