Detenido en un semáforo, de repente no ve nada. Una luz blanca en lugar de colores y figuras. Un instante. De la normalidad, a estar fuera del mundo. Es la trama de 'Ensayo de la Ceguera´, de Saramago. Los ciegos serán ignorados primero y luego apartados de un mundo que mira pero que no ve más que su ombligo, atrincherado en la generalidad que excluye, despiadada, al diferente. Muñoz Molina en 'Sefarad´ desgrana historias de los que cruzan o a los que hacen cruzar esa delgada línea que nos separa del abismo. Ser importante, un personaje con éxito, y de repente no ser nada. Recordar, hasta que el Alzheimer te borra tu historia. Ir a trabajar y esa mañana conocer que tienes cáncer. Que seamos los protagonistas es posible, incluso probable, indiscutible si de envejecer hablamos. Y fuera, ese afán de mirar a otro lado, de ignorar al otro: al pobre, al perseguido, al viejo, al enfermo. Todas las categorías de otros, bajo la alfombra. Ahora en nuestra ciudad se debate el proyecto de remodelación del Hospital Provincial, y se presenta como un espacio gastronómico, desechando volver a destinarlo a lo que fue, o a algunos de los usos relacionados con la medicina que pueden simultanearse en ese enorme y bellísimo espacio: centro de día, de enfermedades raras, de crónicos, incluso un museo de la ciencia, o una residencia de mayores, que posibilite que los que viven aquí no tengan que instalarse en una lista de espera eterna que finalmente les conduzca a lugares ajenos. O cuanto menos tengan la opción de una que no se sitúe en el extrarradio, donde sólo se pasea junto a la carretera, y, puedan recuperar sus meriendas en la cafetería, las tardes de exposiciones, de charlas, de escaparates, de teatro. La vida. Que Puedan formar parte de los demás, de lo que eran. No dejar las calles conocidas, las caras de otro modo añoradas, los amores antiguos.

Ajenos al tiempo parecen los que diseñan nuestros modelos de ciudad, solo para jóvenes inmutables, sanos irreductibles, personas en movimiento, sin reconocer, como decía Gil de Biedma que "la vida iba en serio. Uno lo empieza a comprender más tarde --como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante...-- Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra".