El día grande, San Juan, y no podía tener mejor colofón. Tres horas de festejo, pero merecieron la pena porque la tarde de ayer será difícil de olvidar. Una gran corrida de Zalduendo, con toros de bonitas hechuras, movilidad y francas embestidas, permitieron que le masivo público que se congregó en el coso pacense disfrutara y aplaudiera a rabiar. Casi se llenó la plaza, lo que significa alrededor de diez mil personas en los tendidos y espectáculo total.

El encierro que envió Fernando Domecq resultó completísimo. Bravura, casta, transmisión y en definitiva las virtudes necesarias para que lo que pasa en el ruedo llegue a los tendidos. Se cortaron seis orejas y un rabo, pero pudieron ser más, porque la terna dió una tarde en la que es difícil destacar a alguno. Cada cual en su estilo. Ferrera, bullidor, espectacular con capote, banderillas y suelto con la muleta hizo vibrar y logró que el palco le concediera un rabo. Tuvo emoción todo lo que hizo, hasta la estocada, volcándose, de la que salió volteado, con un fuerte golpe en la rodilla, pero no le impidió salir para lidiar al sexto. Este fue el único de la corrida que no tuvo clase, ni humilló. Además, de escaso recorrido y sin terminar el viaje, sólo permitió a Ferrera estar dispuesto, animoso y entregado.

La faena de Ponce al quinto fue una auténtica lección magistral. No se puede estar mejor, con plasticidad, belleza estética, ritmo y mucha cadencia, en una obra de las mejores que se recuerdan del valenciano. El primero de los suyos, bravo y con temperamento, no dejó que Ponce se acoplara. Le molestó el viento y el torero alargó mucho la faena intentando cogerle el sitio al toro.

MERECIO MAS El Juli dió una dimensión de torero importante. Muy templado con su lote, realizó una labor en conjunto merecedora de cuatro orejas, pero el fallo con los aceros dejó el premio muy reducido. Destacó la quietud y el planteamiento de la faena al cuarto, en terrenos de cercanías, cuando el toro ya se quiso rajar, tras sacado una serie poderosa y mandona por el derecho. Pero con el séptimo bis estuvo mejor, si cabe. Plasmó unos naturales espléndidos por su largura, lentos y profundos, con la mano muy baja.

Abrió plaza Moura hijo, con un toro de Terrón muy parado, y sólo pudo mostrar disposición y dejar un gran rejón de muerte.