Decía el lunes que en las obras de Francisco Pizarro , se estaba dando un caso que, por frecuente, ya empieza a ser preocupante. El proyecto, en zona protegida del casco antiguo, debiera haber tenido un arqueólogo contratado por la empresa adjudicataria. ¿Por qué a los particulares se les obliga y a las administraciones no? Como no es así, toca controlar los trabajos a un técnico de la Junta. Pues bien, este profesional viene siendo objeto repetido de burlas y acoso en el desempeño de su trabajo. Se le ha llamado casi de todo. Y se da la paradoja de que, de las tres empresas responsables del proyecto, sólo una mantiene esa actitud. Se niega a reconocer su condición de técnico oficial. Cada vez que pasa por el lugar, y lo hace mucho, las burlas arrecian. Y conste que, aunque los restos arqueológicos descubiertos no sean de consideración, los hay y bien podría pedirse su paralización, siquiera momentánea. Al parecer, entre otras cosas, han salido a la luz restos de la primitiva ermita de la Soledad.

¿Cómo se llega a este estado de cosas? Que el personal encargado de las obras tengan un perfil intelectual bajo, desgraciadamente, va de suyo, pero ¿por qué la administración competente no pone en su sitio a los responsables? ¿Por qué si el Plan General de Badajoz considera protegida esa zona del casco antiguo no lleva cada proyecto un arqueólogo adscrito? ¿No saben todavía que los restos arqueológicos aparecen en nuestra ciudad casi en superficie? Y que no venga un cualquiera a determinar si lo encontrado tiene importancia o no. Eso deben decidirlo los técnicos. ¿Por qué el ayuntamiento saca a concurso proyectos, con dinero procedente de la Administración central, y se salta la normativa de protección del patrimonio que él mismo aprueba? Y la Junta, ¿por qué no interviene? ¿A qué vienen tantos paños calientes? ¿Y esas asociaciones, que dicen luchar por el patrimonio de Badajoz, dónde están ahora? En cuanto sus portavoces no pueden lucirse o las obras son municipales no saben ni contestan. ¿Por qué será? Tampoco han dicho nada sobre el latrocinio pastelero de San Agustín. Estamos buenos. Se está tolerando lo intolerable. Luego dicen que los arqueólogos somos esquinados, pero es que trabajar continuamente con bárbaros convierte en mojama el cutis más fino.