A pesar de que los estafadores y ladrones son figuras penadas por ley, la acogida que el público en general les concede es tan sorprendente que cualquiera diría que es fácil quererles. En realidad, antes de ser estafadores han sido simpáticos, gente extrovertida, que de su facilidad para la seducción han hecho carrera importante y aún más importante patrimonio. No todos los simpáticos son estafadores pero casi todos los estafadores son simpáticos. Por eso, aunque sean condenados, terminan en las televisiones y alguno, como el Dioni, hasta con su canción de moda. Ser estafador es una profesión de largo recorrido y mucho juego: antes de descubrirte porque te forras y te quieren, luego porque te haces figura mediática y bien pagá. Vuelven a quererte. Te dices: es imposible que Roldán le caiga bien a nadie. Te equivocas. Todo el pesoe estaba de su lado y estuvo a un paso de ser ministro. Se inventó que era economista e ingeniero, y lo diría con tal gracejo que nadie dudó de sus palabras. De la pasta que robó ni te preguntes, cosas inevitables. Dice que hay otros implicados, como Paesa, quien debió ser también un tipo encantador. La única forma de no quererlos es resultar abiertamente estafado, por ejemplo, ser de Madrigalejo y haber puesto tus 30 o 40 mil euros a disposición de un tal Abel, personaje fascinante y amable, quien se ha gastado tus ahorros. También ocurre ser estafado y no enterarse. Si quieres, pregúntate porqué los gobiernos ahora recortan tantos miles de euros diciendo que no recortan prestaciones, que vas a seguir disfrutando de todos tus derechos. ¿En qué se los gastaban antes?, ¿a cuántos bolsillos pudieron caer unos euros? Eran tus dineros, amigo. Y tú feliz, pagando el iva cada vez más alto y haciendo la ola al estafador. Iba a recomendar a mi hijo pequeño que es bastante campechano, la profesión como futuro. Luego he sabido que a Madoff le han dado una paliza en la cárcel, así que, qué le vamos a hacer, que siga empeñado en una ingeniería.