Relacionar lo dicho con lo efectuado suele traer mal saldo desde el punto de vista del hecho, en especial cuando lo dicho consiste en pronunciamientos solemnes o promesas de políticos. A veces, ambas cosas se parecen, pero lo normal es que termine siendo algo del todo diferente a lo expresado, incluso pasas que el hecho quede en nada, deshinchado porque las palabras que lo envolvían eran frágiles globos. Luego dirán que será más tarde, que si problemas por aquí, que si la están peinando. Es decir, volverán a tomarte el pelo con palabras-globos similares, camino de perderse entre las nubes. Luego llega el desencanto, la desilusión y te haces un desconfiado que no cree en nada ni en nadie. Ocurre con muchas cosas, pero por esta ciudad empieza a ocurrir --y a aburrir-- con el sempiterno tema del AVE, de la supuesta Plataforma Logística, de las mercancías transfronterizas, de las infraestructuras internacionales, de la/las estaciones, de los pasajeros y del sumsum corda. Tú --hace década y media de esto-- llegaste a imaginarte muy feliz, en un tren rapidísimo, saliendo de Atocha sin madrugar en absoluto para llegar a casa a comer. Ibas cansado, pero te recuperaste en ese magnífico asiento mientras tomabas, tal vez un té si era temprano o una caña si era después, y repasabas un par de temas en el ordenador, o, mejor, leías despreocupadamente el último Planeta. Nunca más envidiarías a tu colega sevillano o al de Córdoba o de Valladolid, que te habían contado esta historia trescientas mil veces cuando salíais de la misma reunión. Eso les replicabas: que sepáis que, como mucho, en un par de años me planto en Madrid antes que vosotros, porque nuestro AVE será más moderno y mejor, han dicho ya que para el año que viene. Y al año siguiente, volvías a explicar, como en Hermano Lobo , que al año que viene. Hasta hoy. Ahora vienen con el cuento de una estación acá y otra allá, una mercancía de un lado, una maleta de otro. Y mientras-, pues eso, que la están peinando.