Lo primero que se me ocurre en relación con las estatuas de Badajoz es que hay de todo, pero las últimas realizaciones son un espanto. Esto ya comenzó en el período de la transición política. Esa cosa dedicada a los extremeños ilustres , en Santo Domingo, llamada monumento a Remedios Amaya , que cantaba en televisión, ataviada con túnica, algo relacionado con una barca. La ecuestre de Hernando de Soto, muy viajera y presentable, pero casi una figurita de plomo. Y la inenarrable, tipo ninot de falla, aunque sea una figura de culto, dedicada al genial Porrina. Compárese la calidad de la estatua de Luis de Morales con el mamarracho de Zurbarán.

De alguno de los proyectos escribiré otro día, pero yo haría una propuesta al Ayuntamiento. Creen una comisión de calidad artística que de verdad lo sea. Reúnan en ella a personas con conocimientos suficientes: artistas de diversas tendencias y gentes con criterio. Eso, ya lo sé, no garantiza el éxito de cada empresa en concreto, pero es peor ser soberbio y considerar que su mayoría absoluta es una patente de corso en cuestiones de gusto. Dejen opinar y convoquen concursos públicos. Y no llamen a las comisiones a cualquier artista que tenga un proyecto debajo del brazo y quiera aprovecharse de la situación para venderlo.

De que sirve un Museo Iberoamericano de Arte Contemporáneo si luego se niega su acción educadora llenando los espacios públicos de espantapájaros. Utilicen esa política de estatualizar Badajoz para atraer a buenos artistas, a creadores jóvenes. Echenle agallas y conviertan la ciudad en un museo de escultura contemporánea de calidad. No hagan un alarde de prepotencia, obligándonos a comulgar con pasteles de merengue rosa como la decoración de San Francisco o esa cuestión de bolas que es la Plaza de España. Sean valientes, déjense asesorar. Una de las mayores muestras de menosprecio a la soberanía popular es corromper la estética.