Badajoz está dando otro ´estirón´. Indudablemente no es tan fuerte como en otros momentos del pasado siglo; ni el crecimiento es proporcional a la desmedida extensión urbanística de la ciudad. Tampoco se han alcanzado las previsiones de población de las proyecciones que hicimos hace diez años, porque no han venido tantos inmigrantes como los datos de entonces nos hacían presumir (Extremadura sigue siendo la región menos receptora, obviamente porque hay poco que ofrecer), y porque a pesar de lo que creen algunos tontos, las proyecciones de población no se hacen para acertar, sino para abrir expectativas y generar ilusiones. Pero es obvio que el flujo de portugueses que se observaba en los primeros ´90, que buscaban residir en una ciudad con mejores servicios, quedó bloqueado a partir del boom de la especulación inmobiliaria. La crisis de la Universidad (me refiero sólo a la crisis demográfica, al haberse agotado las generaciones del baby-boom) ha sido otro elemento coadyuvante; hemos perdido varios miles de alumnos (aunque también hay que decir que como estudian poco, repiten más y están años en la ciudad). No olvidemos el impacto que la desaparición de la mili obligatoria. Por lo demás, el gran aporte demográfico derivado de la maduración del Plan Badajoz también se ha agotado ya, y nada parece tomar el relevo. La ciudad navega sin rumbo claro, anclada a unos servicios muy volátiles y de poco valor añadido. Crece porque tiene que crecer, porque sigue siendo una capital de provincia, y porque está en la frontera, ofertando tiendas y copas. Badajoz ha dado un pequeño estirón, pero sin nervio, como sin ganas...

*Sociólogo.