Es como si el gafe de las grandes obras hubiese entrado en esta ciudad hace años para quedarse. No recuerdo cuándo fue la última inauguración convocada en Badajoz de algún macroproyecto de inversión pública. Quizá el parque de la margen derecha del río y después el de la izquierda, pero no hubo actos de inauguración como tales, sino que fueron tomados al asalto por la ciudadanía. La obra de jefatura de la Policía Local de Badajoz se ha prolongado tanto desde que comenzó que aún dudo de que queden algunos remates pendientes, aunque esté en uso desde hace tiempo, pues se ocupó sin que se hubiese terminado el exterior.

La madre de todos los incumplimientos es la piscina de la margen derecha, que anunció en el 2006 el anterior alcalde popular, Miguel Celdrán. Han pasado más de trece años y todavía no han comenzado las obras en la parcela que lleva meses desbrozada y vallada y en la que en enero del año pasado se colocó un cartel anunciando la construcción, que debería estar terminada en invierno del 2020, si como dijo la última vez el actual alcalde, Francisco Javier Fragoso, el inicio de los trabajos es inminente, una vez superados los trámites urbanísticos. Ver para creer.

La lista de proyectos retrasados o interrumpidos en la ciudad es larga y prolija. En uno de los primeros puestos está la restauración de la iglesia de Santa Catalina, enfrente del museo Luis de Morales. Las obras acaban de reanudarse tras casi dos años paradas. Es verdad que el motivo del retraso ha sido un imprevisto, como es la aparición de restos arqueológicos de tal envergadura que han obligado a cambiar el proyecto. Era imposible prever que en una iglesia con siglos de historia apareciesen tantos enterramientos humanos. Un descubrimiento inaudito e incomprensible.

En esta ciudad nos hemos acostumbrado a que ninguna obra termine en tiempo y forma, sean cuales sean los motivos. Ocurrió con la plataforma única de un tramo de la calle Santo Domingo, que cogió a los comerciantes con todas las entrañas al aire en plena campaña de Navidad y se alargó hasta bien pasada la de Rebajas. Ya está en licitación la segunda fase y todo hace prever que los trabajos no se iniciarán en agosto, que es la época en la que el comercio menos se resiente. También se ha retrasado el proyecto largamente esperado de reordenación de la plaza de Santa Marta, que tanta polémica suscitó por la tala de los centenarios eucaliptos. El plazo de ejecución era de cuatro meses y van ocho.

No todos los proyectos que se ralentizan competen a la administración municipal. Ahí sigue la residencia de ancianos de La Granadilla sin ampliar y la anunciada nueva residencia de mayores que la Consejería de Sanidad prometió y de la que nunca más se supo. Mientras tanto, los vecinos de Cerro Gordo observan recelosos el progreso de los trabajos de construcción del único colegio de la barriada, que tendría que estar operativo el curso 2020/2021. Solo pensarlo provoca taquicardias. También sigue paralizado el taller de reparación de trenes de Renfe, cuyas obras debían comenzar en marzo. Pero el colmo de los colmos es el nuevo Palacio de Justicia, que va a aglutinar las sedes judiciales dispersas por la ciudad y cuyas obras están paradas desde hace un año porque la adjudicataria entró en concurso de acreedores. Otro imprevisto. El Gobierno central optó por la solución que creyó más rápida y encargó el remate a una empresa pública, pero ahora tiene que sacar la obra a licitación por la vía de urgencia por una resolución del Tribunal Administrativo Central de Recursos Contractuales que lo impide. La Delegación del Gobierno asegura que se retomará antes de final de año. Es para no creérselo, aun viéndolo.