La exclamación Eureka se utiliza para celebrar un hallazgo, un descubrimiento o un logro conseguido con afán. Se atribuye a Arquímedes y cuentan que la pronunció cuando descubrió su famoso principio que, como otros muchos famosos principios, fue fruto de la casualidad, aunque también del empeño de sus autores en el intento de solucionar un problema.

En la difícil situación sanitaria que estamos viviendo, es complicado que nadie pueda cantar victoria ante el más mínimo progreso o leve acierto que se produzca respecto a las medidas que podamos estar tomando, siempre enfocadas a evitar contagios y a curar a quienes enferman. El desconocimiento de este maldito virus, que parece empeñado en enmascararse para perjudicar todo lo posible e imposible a la humanidad, ha dado lugar a que quienes toman las decisiones continuamente den palos de ciego, en el empeño de frenar la pandemia que tantos estragos causa.

Con ese propósito, el pasado 13 de noviembre en Badajoz se vivió un revuelo, posiblemente circunscrito a los medios de comunicación y a las fuerzas de seguridad, debido al incremento de los contagios que estaba sufriendo la ciudad y que obligó a las autoridades a reaccionar. Una convocatoria inusitada provocó y confirmó la alarma. Comparecían juntos la delegada del Gobierno en Extremadura, Yolanda García Seco, el alcalde de Badajoz, Francisco Javier Fragoso, y el consejero de Sanidad, José María Vergeles. Previamente se habían reunido en el hospital Perpetuo Socorro, en presencia del presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara. Desde bien temprano circulaba por los móviles que se iba a cerrar perimetralmente la ciudad, como estaba ocurriendo en otros municipios. Badajoz cumplía claramente dos de los tres parámetros para que se adoptase esta medida y el tercero lo rozaba. Sin embargo, los temores no se materializaron y en lugar de acciones drásticas, las autoridades cedieron el testigo a los ciudadanos, que en definitiva son los únicos responsables, con su comportamiento, de que la enfermedad se propague. Los representantes de las tres administraciones comparecieron para dejar claro que la situación era complicada y para dar un ultimatum. Ninguna medida drástica. Nada de cerrar la ciudad, como se hizo por ejemplo en Almendralejo, con las consecuencias negativas que trajo consigo, por los controles necesarios en las entradas y salidas. Badajoz no podía permitirse cerrar los accesos, lo que requería destinar a esta función demasiadas fuerzas de seguridad, que debían dedicarse a tareas de vigilancia más necesarias y efectivas.

En definitiva, lo único que se les ocurrió, para que pensásemos que algo se iba a hacer para corregir los malos datos, fue anunciar que durante dos semanas se prohibían las actividades que congregasen a numeroso público. Esta medida afectaba exclusivamente al teatro López de Ayala, a los conciertos (uno) de la Orquesta de Extremadura y a los partidos del CD Badajoz que, por otro lado, son al aire libre.

El más perjudicado fue el López, a pesar de haber demostrado que en el teatro se cumplen todas las medidas preventivas. Tuvo que suspender su programación. Ya la ha retomado. Badajoz está en la fase 3, como el resto de la región. Pero no nos han explicado ni cómo, ni desde cuándo, ni por qué. Los contagios han bajado. Será porque los ciudadanos se han portado bien. Será porque aquel 13 de noviembre nos entró el miedo ante la posibilidad de que no dejasen entrar ni salir a nadie de la ciudad. Será porque hemos tomado conciencia. No sabemos de qué manera ha podido influir que el López cerrase, que la Oex parase o que los futbolistas jugasen sin público. Debieron dar con la tecla. Pero nadie se atreve a exclamar Eureka. La senda no está marcada. Seguiremos dando palos de ciego mientras no nos convenzamos de que la responsabilidad es individual, de cada uno de nosotros, por mucho que nos prohíban o por poco que nos permitan.