La vida de las ciudades, como la de las personas, la hacen pequeñas y grandes cosas y a veces no hay nada especial que comentar. Es difícil escribir algo interesante entre dos acontecimientos y, aquí, entre dos alborotos. Parece que la celebración del Día de las Fuerzas Armadas va a hacer época, aunque las disponibilidades presupuestarias no permitan excesos. Esta ciudad va a poder contemplar de cerca lo que, generalmente, sólo han visto otras plazas. Salvo buques de guerra. Que el Guadiana viene crecido, pero no da para tanto.

Vendrán los Reyes, el presidente, los ministros. Vamos, el Gobierno. Así la ministra del ramo podrá lucirse y avanzar un paso más en su campaña hacia la Moncloa. Badajoz se merecía que el ejército le mostrase su palmito, porque esta es la ciudad más asediada de la historia moderna de este país. Bien que homenajeemos al ejército, pero, mejor, que el ejército rinda también un homenaje a Badajoz por su larga, honrosa y callada historia en defensa de Nuestra Patria. Y, de paso, vamos a ver si estamos preparados y a la altura de un evento semejante. A ver si damos una buena imagen como colectivo. Si conseguimos que nos limpien las calles ya es para que se anote en los cánones. El movimiento se demuestra andando y es hora de hacer saber que Badajoz también existe. Como siempre. A pesar de lo poco que se lo reconocen los libros de Historia.

Yo ya he aprendido una cosa, miren ustedes por donde. Resulta que Fernando III fue rey de España. Eso he leído. Yo creí que lo fue de León y, luego, de Castilla, pero de España, lo que se dice de España, no. Esta nación aún no existía. Uno encuentra arqueología hasta sin quererlo.

Cuando el Rey ofrezca una corona en memoria de los que dieron su vida por la Patria, que dedique un recuerdo a todos los que defendieron esta ciudad contra tantos enemigos. También a los caídos sosteniendo al régimen constitucional de la Segunda República. Que ellos también eran España, aunque sólo merecieran, después, el olvido en cualquier fosa común.