Un párroco gallego pidió hace poco la excomunión para los políticos y los banqueros. Sé lo que el cura quiere decir y estoy de acuerdo con él en lo esencial. Pero se ha olvidado de que los Papas son políticos y banqueros a la vez, que los príncipes de la Iglesia son sobre todo políticos, y que la jerarquía católica, aquí y en Roma, es esencialmente política. Así que, excomuniones, sí, pero para todos.

Cuando gobernaba Zapatero, los obispos se manifestaban en las calles cada dos por tres, defendiendo la familia tradicional católica, atacando el matrimonio entre homosexuales o el aborto, defendiendo la enseñanza religiosa y los insostenibles privilegios de los que la Iglesia Católica disfruta en esta España donde todo se hunde menos ella. Frente a las muchas manifestaciones contra Zapatero por cuestiones ideológicas y de preservación del estatus privilegiado del clero español, en más de un año esos mismos obispos no han salido a la calle ni una sola vez para denunciar el escándalo del incumplimiento masivo de todas las promesas electorales del PP; ni para defender la sanidad pública, la escuela pública o la ayuda a los dependientes; ni para ponerse al lado de los desahuciados, de las familias sin trabajo que pasan hambre y que están siendo expulsadas de sus hogares por unos banqueros sin corazón. He asistido a numerosas manifestaciones, concentraciones y actos cívicos solidarios en apoyo de parados y desahuciados, y en ninguna de ellos he visto al párroco del lugar ni al obispo de la diócesis. No digo que no haya curas solidarios. Los hay. También existen entidades, como Cáritas, que están haciendo una gran labor. Pero se observa la ausencia aparatosa y el silencio clamoroso de la jerarquía, que todo lo más, para justificarse, alguna vez dice alguna cosa que se queda muy corta frente a la realidad colosal de esta injusticia que ninguno de ellos se atreve a denunciar. Ellos son los únicos que no padecen la crisis.

Excomulgar a políticos y banqueros me parece bien, pero empezando por los Papas, los cardenales y los obispos; empezando por esa curia vaticana a la que el propio Ratzinger deja tan en evidencia con su abdicación; empezando por los banqueros de Dios, por esos autoproclamados representantes de Dios en la tierra a los que nadie ha elegido y que no estarían donde están si Dios pudiera votar.