El otro día tuve una experiencia mística. Una experiencia nueva, que me ocurrió en uno de esos vehículos que RENFE o ADIF, o como diablos se llame ahora el ente ese, denomina talgo . Pero no en cualquier talgo, no. En el que diariamente hace el recorrido Madrid-Badajoz y viceversa. Un tren digno de pasar con todos los honores al Museo del Ferrocarril.

Como les digo. En el transcurso de un interesantísimo viaje supe, por fin, en qué consistía eso de la cadena o, quizás, la del calor, según se mire. En un día gélido subí a mi departamento y, en cuanto arrancó el artefacto, aquello se puso a una temperatura cercana a la de la cremación de Juana de Arco . Y así hasta Cáceres. Los pasajeros, a los que no nos faltaba más que una manzana en la boca para pasar a la categoría de asado, se convulsionaban, protestaban, hablaban del cambio climático --alguno debía pensar que esa era la causa de la calorina-- y, por fin, el mecánico se dignó accionar el mecanismo que cambiaba la orientación térmica. Y ahí comenzó la quinta glaciación. Pasamos del estado de microondas al de supercongelado. Como Walt Disney . Los usuarios se envolvían en todo cuanto podían. Ya nadie tenía fuerzas. Y el autor de la maniobra explicaba que no había otra opción. Ahí tuve la iluminación. Cadena del frío es estar sentado, sin remisión, en un talgo Madrid-Badajoz expuesto a las inclemencias de la climatización. Aunque no sé muy bien si lo roto fue la cadena del calor.

Pero, vamos a ver. En qué piensan los políticos extremeños. ¿Hay alguno que viaje en tren? Luego se sientan, muy serios, y nos explican cómo se ha incrementado el número de pasajeros en los últimos años. Nos toman el pelo. Yo no quiero AVE. Quiero un tren decente, que tarde menos de cinco horas y media en un recorrido de cuatrocientos kilómetros, que no se caiga de viejo y tenga más flexibilidad de horarios. No me gusta pagar precios europeos por servicios africanos. El asunto no tiene la menor gracia. Vuelvo a repetir, una vez más, que el servicio ferroviario a esta comunidad es una castaña. Tercermundista. Y nadie parece poner remedio. Tendré que volver a contar mis experiencias semanales.