TMtuchas de las agencias de compraventa de oro, que brotaron como hongos abonados por la putrefacción de la corrupción y el mal gobierno que originaron la crisis económica, han cerrado o están a punto de cerrar. La razón es bien clara. En las casas de las familias de clase media y baja ya no queda nada que vender. El expolio se ha consumado. Esos tesorillos guardados con amor durante generaciones y acrecidos en cada casa con los presentes afectuosos de los aún vivos, se han esfumado para siempre. Las medallas de los abuelos, los anillos de boda de los padres, las pulseras, las sortijas y hasta las alianzas propias han sido vendidas por nada y menos. Centenares de toneladas de oro y plata de particulares han salido de España en forma de mil clases de alhajas y objetos durante los últimos seis años con destino a las fundiciones suizas, donde se transforman en lingotes que están adquiriendo masivamente los pudientes, es decir, los que se están haciendo aún más ricos con la crisis.

Aparte del valor material del enorme tesoro en oro, plata y piedras preciosas que millones de familias españolas han vendido ya, forzadas por esta ruina que ellas no han causado, esas joyas eran asimismo portadoras de un valor intangible definitivamente perdido también. En esas medallas, alianzas, pulseras, relojes y sortijas estaban grabados nombres amados, fechas felices, declaraciones de amor, recordatorios afectivos, uniones entrañables y delicadas dedicatorias. De esa memoria que parecía que iba a durar siempre porque había sido cincelada en el noble metal, ya no queda nada. Con semejante pérdida se ha consumado el doble quebranto de perder la última reserva que se conservaba frente a la gélida intemperie económica que los poderosos han impuesto por la fuerza a la mayoría de este país, y de destruir el recuerdo de los seres queridos que se fueron de este mundo y de los momentos felices de los que aún quedan en él, que nadie sabe cuándo volverán. Un crimen que tiene dos caras terribles y que todos sabemos a quién imputar.

Y mientras los que han vendido lo último que les quedaba penan porque ya no tienen tabla de salvación a la que aferrarse en esta ola de hambre, los poderosos que se enriquecen con la crisis están comprando masivamente ese mismo oro en forma de lingotes, como inversión segura por lo que pudiera pasar. Expolio y crimen sin castigo.