TQtuedan muy pocas oportunidades --hasta el 3 de mayo en Barcelona-- para ver en España la serie de catorce grandes paneles sobre nuestro país que Joaquín Sorolla pintó para la Hispanic Society of America de Nueva York. Estos inmensos lienzos --más de doscientos metros cuadrados en total de obra maestra--, han salido por primera vez de su sede neoyorkina y tardarán mucho en volver a hacerlo, si es que alguna vez retornan a España. Se pueden ver, claro está, en su sede oficial normalmente, pero lo hermoso es verlos en tierras españolas, recibiendo la observación admirada de decenas de millares de ojos españoles --y extranjeros, claro--, en el reconocimiento de la propia esencia patria sin tener que salir de aquí, pues para muchos ha sido la única oportunidad en sus vidas de contemplar tan magna obra.

He tenido la suerte de ver la exposición en Sevilla y en Bilbao, en los museos de bellas artes de ambas ciudades, dentro de este periplo que empezó en Valencia, ha seguido por Málaga, además de las dos ciudades citadas, y terminará en Barcelona el 3 de mayo. En ambos sitios he constatado el enorme éxito de la exposición, con una afluencia masiva de visitantes, reivindicando con su presencia y admiración la obra genial de este artista prácticamente olvidado durante décadas.

Con Sorolla he tenido una relación de cercanía desde bien joven. Durante mis años de estudios en Madrid viví en la calle Martínez Campos, justo al lado de la casa museo del pintor en la capital, y a lo largo de mi vida he frecuentado su obra en los lugares de España y algunos del extranjero donde se halla. Con esta exposición itinerante de los catorce grandes paneles sobre España del artista, he redondeado el círculo de esta relación. Y lo he hecho admirando la visión que de Extremadura da en el panel número 5. En la España esencial que retrata Sorolla, Extremadura es una de las nueve regiones pintadas por el valenciano. Las vistas de Plasencia y la rotundidad de los tipos extremeños plasmados en el lienzo, tienen la vibración del alma de Extremadura. Sorolla sabía que para la síntesis plástica e histórica de nuestro país, Extremadura es esencial, por eso no la olvidó, como a otras regiones, como Asturias o Cantabria, que no aparecen en la obra. Por eso también Sorolla es nuestro.