Autor de más de 40 libros, Feliciano Correa presentó ayer una nueva obra, editada por el Ayuntamiento de Badajoz, que recoge, diez años después de la trágica riada, la memoria, los nombres y los acontecimientos que se vivieron aquel noviembre de 1997 en Extremadura, y muy concretamente en Badajoz. Apuntalando la memoria define la riada como "la mayor catástrofe padecida por Badajoz en tiempos de paz".

--¿Cómo surgió el libro?

--Comencé a escribirlo hace tiempo, porque tuve la poca fortuna de ser afectado por una inundación que hubo del río Calamón en el año 1989. Después ocurrió la catástrofe de la riada, hace ahora una década, y me parecía que hay ciertas situaciones límites de la gente que hay que expresar.

--¿Qué cuenta en él?

--He querido hacer una crónica larga de esos días, a través de la pluma de los que estuvieron en primera fila, tanto de los reporteros extremeños como de los de fuera, que vieron lo que había sido aquella barbaridad y cómo la gente quedó atrapada en sus propias casas. Me parecía una pena que se perdiera esa parte de la historia de Badajoz, por eso hago un rescate y le llamo Apuntalando la memoria , para que no se nos olvide que la mayor catástrofe ocurrida en Extremadura en tiempo de paz tuvo unos protagonistas, pero tuvo también otra gente que no son protagonistas, los voluntarios, los médicos, y sobre todo la ayuda de la gente que salió a la calle y fue capaz de improvisar y ponerse manos a la obra.

--¿Qué encontrará el lector?

--Está basado en los hechos reales, es una crónica de crónicas, con opiniones mías y fotografías del antes y el después. Aunque un libro nunca es una obra completamente terminada, yo si creo que es un libro definitivo. He manejado cientos de periódicos en hemerotecas.

--¿Contiene alguna novedad?

--Es un proyecto de largo alcance y de justicia. Visité a la familia de la única víctima que aún no ha aparecido, Antonia Herrero Piñero. Cuando me contaron en el Cerro de Reyes lo que aquel nieto había pasado con sus abuelos en aquella terraza, subiendo el agua, me pareció un novelón, y tenía que escribir la historia de este suceso. Este fue el detonante que me arrimó más a la pluma, el que un nieto fuera a casa a visitar a sus abuelos y ya no pudiera retornar porque el agua seguía subiendo, y cómo encontrándose arriba del todo, en el último tejadillo de la casa, le tiraron una soga desde el puente, que todavía no estaba inundado, y él no los dejó, pensó seguramente en ese eslogan que se pone en las traseras de los coches: él no lo haría. Los abuelos tampoco abandonarían al nieto, hasta que el agua se llevó a los tres. Al abuelo se le encontró ahogado, la abuela desapareció para siempre en las vísceras del río y el nieto se encontró una tabla en el camino que fue su tabla de salvación. Una historia tremenda que me dio fuerzas para honrar a esa y a muchas otras familias.

--Después de una década, hay quien aún afirma que hubo gente que salió ganando después de la riada...

--La vida vale más que todo y nadie sale ganando aunque le regalen una casa nueva. En un acontecimiento como este salimos perdiendo todos, porque no hay manera de reparar un daño como es el dolor, y ese dolor sordo que no tiene traducción.