Será que me estoy haciendo mayor, pero cada vez estoy más convencida de que la felicidad no es un estado de ánimo permanente, sino la suma de pequeños momentos de satisfacción y alegría. Por eso no me ha parecido tan descabellado el estudio que se ha publicado estos días sobre la felicidad que nos ha hecho sentir la selección española. El 80% de los extremeños, dice ese estudio, fue "más feliz" durante el Mundial de Suráfrica. La verdad es que el análisis tiene un espíritu optimista que me gusta. Incluso apuntan que el momento de "mayor felicidad" fue, como pueden imaginarse, el gol de Iniesta , en la final. Pero desgraciadamente esos momentos de euforia, sedación y entusiasmo nacional -que no nacionalista- pasaron ya, y la tozuda realidad nos vuelve a situar en esas otras pequeñas y grandes cosas que tiene el día a día, y que también nos hacen felices e infelices, según se produzcan.

La crisis, el gilipollas del vecino, el Estatuto catalán, tu jefe o jefa, el paro, los debates parlamentarios, la lavadora que se estropea, los animales abandonados durante el verano, la guerrilla intestina entre el PSOE y el PP en Extremadura o la basura de Badajoz.

Algunos son problemas ya enquistados y de difícil solución, y por supuesto me estoy refiriendo a los asuntos de la vecindad; pero otros tienen arreglo y nos harían la vida un poquito más agradable; y en este caso me estoy acordando del contenedor de basura que he visto esta mañana a rebosar.

Ahora que muchos pacenses habían entendido, aunque sea con una ordenanza sancionadora de por medio, que la basura se saca por la noche, resulta que vuelven a estropearse los camiones.

El día que haya un servicio eficiente y eficaz de recogida de basuras en Badajoz, propongo que lo celebremos también en la fuente de la Constitución. Pero mientras tanto la limpieza de la ciudad es un asunto urgente. No sólo por imagen y salubridad, sino también por la felicidad de sus vecinos.