Lo suyo además de devoción por las murgas es afición a la fiesta. Han convertido «la acampada» ante la taquilla de la plaza de toros para adquirir las entradas del concurso de murgas en una tradición lúdica, que forma parte del programa extraoficial del Carnaval de Badajoz.

Dos días exactos, con sus dos noches, pasará a la intemperie la familia Reales Piñero. Llegaron con sus enseres el jueves sobre las 10.30 de la mañana y hoy abre la taquilla. Se sorprendieron de ser los primeros. La intención de Teresa Piñero era colocarse el lunes «y mi marido me dijo que estaba loca». Tiene un hijo en Marwan, otra en La Galera, que este año no sale, otro en artefactos y su hija Patricia Reales, que la acompaña en la espera, fue maquilladora de la presentadora del año pasado, y la madre «detrás de todos ellos». Ella no se viste «pero me quedo en todos lados las horas que haga falta». Hacen la cola porque las entradas «nunca nos tocan por internet y yo no me quedo sin ver a mi hijo», apunta Teresa. «Son muchos años viendo murgas, desde el 94», cuenta Patricia, que recuerda que siempre han acampado ante la taquilla, aunque nunca habían estado los primeros. Recuerdan que las dos han pasado muchas noches bajo el raso, en una hamaca y con un cubo con picón para calentarse «y todo el mundo se arrimaba». En esta ocasión han comprobado que hay menos gente. En su tienda, que han montado con todas las comodidades, nunca faltan las visitas y es el lugar de reunión de buena parte de la familia. El primer día prepararon una garbanzada abundante y ayer, macarrones. «Mi marido viene, come y se va». Así es el ritmo de estos días.

Las segundas en llegar fueron Marián Díaz y Eli Carmona y estaban admiradas del «chalet adosado» de sus vecinos. «Estamos todos superpreparados y lo de aquí al lado es impresionante, nosotros somos más pobres», bromeaba Marián. En su pequeña tienda no faltan la estufa de gas, las neveras y ya tenían recogidas las camas plegables de pescador. Se organizan en turnos «y lo mejor es que ahora empiezan a venir las visitas, tenemos sillas y café». Hacen cola ante la taquilla «porque si no, no podemos conseguir las entradas para ver las murgas, el aforo es pequeño» y también constatan que este año hay menos gente esperando. Estos aficionados no son familiares de ninguna murga, pero sí muy forofos del concurso.