Ha transcurrido exactamente un mes desde que una cuadrilla empezó el plan de choque para la limpieza de las fortificaciones de Badajoz y desde el primer día es perceptible el cambio experimentado en espacios patrimoniales de la ciudad, de los que principalmente se ha retirado la maleza acumulada.

La cuadrilla forma parte del contrato que sacó a licitación el ayuntamiento para el mantenimiento de las fortificaciones por un periodo de 4 años, adjudicado a Imesapi. El concejal de Turismo y Patrimonio Histórico, Jaime Mejías, destaca el trabajo «tan bueno, visual, profesional y agradecido» de esta media docena de trabajadores, que han conseguido «un antes y un después», porque «las murallas llevaban medio abandonadas quince años». Mejías argumenta que mientras el servicio de Parques y Jardines tenía que pedir autorización a Patrimonio y solicitar un arqueólogo, con un equipo especializado como permite este contrato, la actuación es más rápida y eficaz, porque lo revisan todo sobre el terreno y detectan las necesidades.

Antes de que el contrato entrase en vigor, la concejalía realizó una batida y dividió el patrimonio histórico en 12 subsectores, que abarcan la muralla y los elementos extramuros, para detectar aquellos que necesitaban una actuación más urgente, que han sido los primeros en los que se ha intervenido. La cuadrilla empezó por los baluartes de San José y de San Vicente: las traseras de la Policía Nacional, el parque Infantil, el auditorio Ricardo Carapeto, la antigua pista de patinaje, las traseras del instituto Castelar y el lienzo entre puerta Palmas y la ermita de Pajaritos. Acto seguido, tras terminar todo este sector, los trabajos siguieron en el baluarte de la Trinidad: el parque de la Legión y de la Trinidad, el propio baluarte y el parque de los Sitios. En este último punto había un lienzo de la muralla que estaba «comido» por una planta invasora «y se ha dejado limpio como una patena», describe el concejal. En su opinión, «lo que se tiene que ver es la muralla, no como si fuese el Amazonas». Después han continuado por el baluarte de San Pedro, la subida de El Campillo, la puerta de Mérida y la Galería de Fusileros. En esta zona la parte alta de la muralla estaba llena de maleza. Sacaron 18 sacos de 100 kilos cada uno.

Paralelamente estuvieron en el baluarte de Santiago, en la Memoria de Menacho, donde más que desbrozar lo que hicieron fue limpiar y recoger residuos procedentes del botellón. Los operarios se introdujeron incluso en el aparcamiento, con permiso previo, para limpiar la muralla que se conserva al descubierto en el interior.

Tras estos trabajos, era el momento de «meterle mano» a la Alcazaba. La cuadrilla ha estado en la puerta de Yelbes -»que ni se veía de cómo estaba»-, en la del Metido y en el entorno de las ermitas, «que las han dejado de cine, porque también estaban hasta arriba». Han pasado por la puerta del Alpéndiz, donde había personas sin hogar viviendo, que fueron desalojadas con la mediación de la Policía Local y de los Servicios Sociales. También se ha desbrozado la subida desde la puerta del Capitel hacia la facultad y la Biblioteca de Extremadura, así como el yacimiento arqueológico. La semana pasada han rodeado la muralla por dentro y por fuera, pues el contrato implica la limpieza de la piedra y del entorno hasta dos metros. El desbroce de las laderas de la Alcazaba compete a otro contrato, que se licitará en primavera.

A pesar de todas estas actuaciones, «aún queda mucho» por hacer. No solo espacios a los que todavía no se ha llegado, sino que después del plan de choque de desbroce, habrá que limpiar pintadas y realizar pequeñas obras de reparación que se han detectado. Es el caso de una humedad en la torre de Espantaperros. La cuadrilla va emitiendo informes con las incidencias arquitectónicas, que se resolverán con trabajos de albañilería. Mejías calcula que no terminarán hasta final de año. A continuación comenzará la labor de mantenimiento, «porque esto se va degradando día a día y las malas hierbas vuelven a crecer».