La libertad de expresión está sobrevalorada. No, no quiero decir con esto que uno esté en contra, sino que el abuso que se hace del concepto es de tal calibre que quienes lo ejercen acaban por demostrarnos que la libertad de expresión va por barrios. Denuncias a un tipo que te calumnia y resulta que su abogado, en el tribunal que lo juzga, tiene derecho a decirte barbaridades iguales o peores que las denunciadas. En el Congreso se dicen cosas que, en otros contextos y, probablemente, a otras personas, les traerían problemas judiciales severos. Luego, están algunos periodistas y medios de comunicación que se arrogan la patria potestad sobre la libertad de expresión, repartiendo o limitando autorizaciones para su empleo. Finalmente, quienes hablan de un derecho constitucional. No es para tanto. Algunos políticos han dado con la fórmula mágica: todo en la Constitución es discutido y discutible. He dejado para el final una especie en expansión: el espontáneo. Antes, aparecía por la barra de un bar, se venía arriba con dos o tres copas, decía un par de barbaridades, lo echaban del bar, y en paz. Ahora, con las redes sociales, el tipo, frente a la pantalla del ordenador, desde el anonimato, es el rey del mundo. Pero, como todo, la evolución de la especie siempre va a peor y el espontáneo muta en fotomatón. El fotomatón es quien yendo de paseo o al trabajo o mirando a las musarañas, algo reclama su curiosidad, preferentemente malo, saca el móvil, le hace una foto y la sube a una red social. Normalmente, con una crítica, sin reparar en el contexto o si está mostrando toda la verdad o si hay explicación razonada. Eso le da igual. A veces, lo hace para provocar la hilaridad del personal, y ahí no hay problema. En ese caso le quitaríamos el apellido. Pero el matón, el fotomatón, es quien no lo hace para ayudar o llamar la atención sobre un problema, que sería una muestra de civismo, sino que lo hace para hacer daño o para meterse con el político de turno, para colgarse alguna medalla y cuidándose de no señalar al causante del incidente, porque hay algunos causantes que son peligrosos. En el casco antiguo, en actividades masivas del calendario ciudadano, por aquí o por allá, hay ejemplos que conocemos, que rulan por las redes y que me niego a señalar por no promocionar al fotomatón, que ha tergiversado el noble arte de la fotografía.