Hace cuatro años la víspera de las elecciones también andaba yo dándole la últimas vueltas a mi columna. Como entonces, tengo la sensación de echar los dados al tapete verde, escribiendo algo que quizá mañana no tenga sentido. Llueve, casi ingenuamente. Con nostalgia de un domingo de sol y membrillos, que ahora perfuman la cocina. La fiesta de Los Santos en España es dulce porque sabe a buñuelos y casamientos. En Estados Unidos, la fiesta se llama Halloween. Y este año tiene un sabor a manzana podrida. De esa que echa a perder el resto de la fruta del cesto.No sé si existe Blancanieves, pero sí que le hemos visto el plumero, o el tupé, al menos, a la bruja del cuento. En La Casa Blanca vive alguien disfrazado de Presidente. Y en las calles, a los ciudadanos les ofrecen truco o trato, aunque vuelven a casa sin un solo dulce que les suavice el abismo que se abre ante sus pies, o ante las urnas. El cielo descarga tormenta y el aire está eléctrico. En Méjico creen que los muertos regresan y se quedan un día en familia, visitando a sus parientes. Repaso los nombres de los que se fueron y empiezo por los más lejanos en el tiempo, incluso por los que no tuve la suerte de conocer, como a la madre de mi madre. Me gusta pensar que me consuela con un "de todo se sale, te lo digo yo, que pasé una guerra". Cuando era chica, me daba miedo que se me apareciera el corazón de Jesús, y me dormía tapándome la cabeza con la sábana. Ahora, que la vida me ha dado bastantes sustos, de lo que de verdad no me da miedo es de los espíritus. E imagino a mi abuela sentada a mi vera, enseñándome a comprender. El mundo, de fuera, se bandea entre tinieblas, y cada día es más difícil desmadejarlas, ver, saber. Es como un "no coment" de la CNN. Imágenes rápidas, desordenadas, como la vida, pero con un patrón terrible que se repite: Sisifo, su piedra y una decepción cada vez más empinada amargándole la boca, la lección olvidada, repetida ad nausean, la violencia arcaica, animal, emergiendo una y otra vez...Por eso dejo que el guiso, en el fuego, empañe los cristales. Escribo y sonrió pensando en lo lista que es mi madre que, sin leer a Seneca, con sus perros, sus árboles y sus gallinas, encuentra, cada día, la felicidad en las pequeñas cosas. Apago las noticias y subo la música, María Dolores Pradera recoge, cálida, la mañana.