TLto venía repitiendo El Corte Inglés cuando lo veías a lo lejos. Todavía en biquini, tumbona y refresco. Hacía sol. Calentaba un poco demasiado y sí, claro que apetecía el charquito ese del anuncio, la chimenea encendida, un jersey amable y grandote, el edredón. Uno siempre quiere lo que no tiene, debe ser que en ello consiste la esperanza. Lo malo es que con el tiempo no se juega, porque a la que te descuidas se presenta y ya no hay vuelta atrás. Así ha sido. Mediando septiembre la cosa se revuelve, arrecian los temporales. Llegan las trombas, pero no solo de agua, ojalá. Entran los escolares y vuelve a arder el tema educativo por todos los costados. Peleas interminables en el que solo hay un acuerdo entre las partes: esta educación es una caca. El resto, pura batalla entre padres, profesores, responsables educativos, psicólogos, pedagogos y hasta los abuelos, que se consideran integrados en la escuela. Mientras, ellos, los chicos y las chicas, a pasarlo bien entre las tempestades que cuando amainen seguro les traerán nuevas conquistas: un poco más de tiempo para el botellón, por ejemplo, o una play nueva si alcanza a bofetear al profe de Cono o preservativos de colores si consigue suspender cinco y pasar de curso. Eso. Luego está el temporal antiguo de la crisis fortalecido después del veranito, acrecentado con la tormenta nueva de subida de impuestos que alguien trata de disimular en nube pasajera. Te mosqueas, con la que está cayendo, ya casi ni te crees que la subida solo será para otros , nunca para ti, ciudadano medio que anda metido en pleno temporal sin paraguas que detenga el aguacero. ¡Ah!, y agárrate a cualquier sitio si, por casualidad, eres ciudadano medio y funcionario, porque, tal vez, se anuncia una riada de dimensiones importantes. Puede que a estas alturas estés hasta los pelos del otoño precoz. Ganas de otoño-!puff!, qué asco. Casi mejor renuncias al jersey nuevo de El Corte Inglés. Dígame: ¿queda un dos por uno para el Caribe?