Aunque las últimas teorías defienden que el general Menacho no perdió la vida en el baluarte de Santiago sino en el de San Juan, ambos lugares se situarían a pocos metros del sitio donde ayer fue colocada la escultura de quien perdió heróicamente la vida cuando lideraba la defensa de de Badajoz durante la Guerra de la Independencia el 4 de marzo de 1811, hace poco más de 208 años. El autor de la escultura, Salvador Amaya, estuvo en Badajoz para seguir a pie de obra la operación de colocación sobre la peana de granito de Quintana de la Serena (de Eleuterio Deogracias) que ya había sido instalada el día anterior en el bulevar de la avenida de Huelva, frente al instituto Zurbarán. Los trabajos comenzaron a las ocho de la mañana y una hora después ya estaba el gaditano Rafael Menacho y Tutlló de bronce mirando hacia el Ancla, en la misma dirección en la que observaba al enemigo francés aquel día que recibió una descarga de artillería cuya metralla lo hirió de muerte.

Para esta escultura, Salvador Amaya ha vuelto a colaborar con el pintor Augusto Ferrer Dalmau en la confección del boceto. El homenaje a Menacho fue una iniciativa de la Asociación Cívica Ciudad de Badajoz, que ha sufragado el ayuntamiento, tras un proceso de casi tres años, apuntaba ayer el presidente de este colectivo, José Manuel Bueno. La Cívica se puso en contacto con Amaya tras conocer la escultura que había realizado en Madrid de Blas de Lezo, «que encajaba perfectamente con la idea que tenía la asociación del monumento a Menacho». Al escultor le convenció la historia del general y contagió a Ferrer Dalmau. «Me apasiona que una persona entregue su vida por su trabajo, en este caso su oficio era la milicia y dio su vida por el Ejército y por Badajoz», contaba ayer.

En el proceso de documentación, el autor ha conocido incluso a los descendientes del general. El físico de la estatua reproduce a escala (la escultura tiene casi 3 metros de altura) las dimensiones corporales de Menacho que estaban en el Museo del Ejército y la cara calca un retrato de Manuel Roca. El uniforme es el que llevaba el día en que murió, así como le caracteriza la forma de colocarse el sombrero, ligeramente ladeado con gracia hacia la derecha. Lleva además un sable de caballería de la época. La figura se apoya sobre unos escombros de bronce que reproducen la muralla derrumbada, obra del modelista Curro Agudo Mangas. La actitud de la escultura es «épica, gallarda y de celebración» -según la describió Amaya- pues las tropas españolas acababan de vencer a los franceses en una salida y se encontraba festejándolo con sus soldados en lo alto de la muralla. Reproduce justo el momento previo a su muerte, pues después se produjo un cañonazo y un trozo de metralla le entró por el vientre y lo mató.

En cuanto a la ubicación, se barajaron varias opciones, entre ellas la plaza del Palacio de Capitanía y la avenida de Colón. Finalmente, se optó por la avenida de Huelva, que el escultor calificó de «preciosa» por su entorno, los edificios, «el fondo vegetal» y porque en el centro del bulevar «Menacho queda muy bien enmarcado». Amaya se mostró orgulloso del resultado y del entusiasmo que ha despertado entre quienes querían que Menacho tuviese su homenaje. «Es una manera de acercar la historia a los niños y al pueblo porque la cultura tiene que estar en la calle».