Una amiga de Mérida que vive y trabaja en Badajoz desde hace más de quince años me comentó que la gente de aquí somos raros. Que somos hospitalarios, sí, pero no tan abiertos como decimos. Que tenemos cotos cerrados, pandillas con círculos de confianza infranqueables, grupos de amigos a los que no es fácil acceder, que a los de Badajoz nos resulta sencillo congeniar porque conocemos la ciudad, los barrios, los apellidos y los lugares pero quien viene de fuera puede necesitar años para integrarse y, ni aun así, tener la seguridad de haberlo conseguido completamente.

No sé si será por nuestra mescolanza histórica, por las conquistas y reconquistas que nos han sobresaltado, por nuestra pobreza endémica, por nuestra resignación cristiana o por la situación geográfica, pero está claro que la gente de Badajoz tiene singularidades que cuestan entender, interpretar y aceptar por foráneos dispuestos a formar parte de una comunidad psicológicamente amurallada y permanentemente soliviantada. Rotundamente sociables, cuando somos de un barrio, lo somos hasta la muerte y cuando nos gusta un bar, no salimos de allí ni a tiros, pero, también, gregarios, y solos o con desconocidos no vamos ni a por dinero de ahí que alimentemos, sobre todas las cosas, el grupo. Y, en Badajoz, el grupo es la familia, los amigos, la murga o la comparsa, la cofradía, la tertulia de los miércoles, el encuentro poético de los jueves, la comida de los viernes, el sábatico de antaño y hogaño, la asociación, la oenegé, el voluntariado, el coro, el grupo de teatro, el de pintura, el club de caminantes, los de baile, los andarines de cualquier tarde, la cena del viernes, el fútbol de los domingos, la verbena del cole, los torneos de pádel, la fiesta del barrio, los del gimnasio, el partido, la plataforma, los cursos, las clases, los debates o el té de media tarde.

Tengo un amigo que nació en San Fernando, ha crecido en Santa Marina, está empadronado en Llera, trabaja en el Casco Antiguo y vive en Pardaleras. Así es la gente de Badajoz: dispersa, iconoclasta e integradora, por mucho que al que viene de fuera le cueste un mundo hacerse con un bar de referencia o recordar un apellido de los de siempre.