El Cambio Climático está aquí y ha llegado para quedarse un largo tiempo. Y con múltiples consecuencias. Sirva de ejemplo los resultados publicados en su informe del 2007 por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático, donde señalaban que de los 29436 trabajos científicos recopilados sobre cambios biológicos observados en la naturaleza, el 90% era explicado por el calentamiento global. Hace una semana se informaba de que habíamos alcanzado la temida cifra de 400 ppm (partes por millón) de CO2 en nuestra atmósfera, cifra récord en los últimos 3 millones de años. Y en este tema todos contamos. Extremadura también, por su responsabilidad en la emisión de gases con efecto invernadero, por el potencial de nuestros sumideros forestales a mitigar el problema, y por ser una de las regiones que previsiblemente más negativamente será afectada por la creciente aridificación del clima. Los datos disponibles y, sobre todo, los modelos de predicción del clima del futuro indican que el Suroeste de la Península Ibérica será una de las áreas peor paradas con el progresivo calentamiento de nuestro clima, que a su vez lleva asociado mayor 'erraticidad' en los episodios meteorológicos. Y para esto se deben establecer estrategias de adaptación. De su acierto y prontitud depende también un importante ahorro económico medio y largo plazo, según el Informe Stern sobre la economía del cambio climático.

Desde la administración extremeña se vienen proponiendo y aplicando múltiples medidas que nos permitan afrontar mejor las posibles consecuencias del cambio climático. Estas medidas se reflejan en la serie de Planes de Adaptaciones al Cambio Climático para sectores tan diversos como Salud, Recursos Hídricos, Energía, Turismo, Ganadería, Agricultura, y Seguros y Riesgos Naturales, disponibles en la web del Observatorio Extremeño de Cambio Climático (www.observatorioclimatico.es). Todos estos planes recogen una serie amplia de medidas a desarrollar o en desarrollo dentro del territorio extremeño, acompañado en cada caso de los criterios o indicadores que permiten evaluar el grado de avance o ejecución de cada medida. Esperemos que las dichosas dificultades presupuestarias permitan que un buen número de las medidas propuestas progresen adecuadamente.

Pero además de prepararnos para el cambio climático, debemos actuar para reducir la intensidad del mismo. Reducir el contenido de GEIS ya emitidos hacia la atmósfera será una tarea costosa y difícil. Y las posibles tecnologías apenas vislumbradas, basadas en inyección de gases en sustratos rocosos, lechos marinos profundos o el espacio, o en la fabricación de minerales carbonados (las rocas calizas almacenan mas del 99% del C de la Tierra), en el mejor de los casos tardarán varias décadas en estar disponibles. Mientras esto llega nuestros mejores aliados son los bosques y el suelo, con su capacidad de fijar carbono como biomasa y como materia orgánica (comúnmente llamada humus). Y Extremadura es más forestal de lo que nosotros mismos pensamos. Es la cuarta región española con más porcentaje de territorio arbolado (46%), sólo por detrás de País Vasco, Cataluña y Galicia. Estos bosques bien manejados permiten que Extremadura presente una de las mejores balanzas entre emisiones y captaciones de C dentro del territorio español. Y para esto pueda ser así, las políticas activas que vienen programándose en Extremadura para la prevención de incendios y la mejora de la masa arbolada de las dehesas son esenciales. Quizás debamos avanzar en la recuperación del pastoreo en sierras y montañas como herramienta de prevención de incendios, además de base para la producción de alimentos de alta calidad. La anunciada normativa para la venta directa de productos de elaboración artesanal, como quesos, podrá sumar en este sentido.

Pero aún haciendo muy bien las cosas, la capacidad de los árboles y bosques para almacenar CO2 es limitada, y de perspectiva temporal limitada. Para esta tarea debemos contar también con las superficies agrícolas, las que deben recuperar parte del arbolado que su día perdieron. La introducción de bosquetes, líneas de árboles en perímetros de parcelas, caminos, cursos de aguas... O la implantación de sistemas agroforestales (de los que la dehesa es el mejor ejemplo europeo) están cobrando nuevo protagonismo en muchos territorios de nuestro continente. Son numerosos los estudios que señalan que la capacidad para almacenar CO2 en los ecosistemas terrestres es mayor en el suelo que en los árboles en sí. Y hacia el suelo deberíamos volver nuestra mirada. El país vecino, Portugal, si lo ha hecho, y prácticas de manejo del suelo, como la sustitución de desbroces por gradeos, las enmiendas orgánicas, la implantación/mejora de praderas con alta capacidad de fijación de CO2, etcétera participan de la contabilidad nacional de CO2. Esta es una asignatura pendiente en España.

Podemos pensar que otra vez nos toca pagar las consecuencias del mayor desarrollo de los demás. Y aún siendo algo cierto, también lo es que en estos últimos años las emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs) por habitante en Extremadura supera la media anual . Desde nuestra administración autonómica también se vienen proponiendo y aplicando diversas medidas, algunas de ellas detalladas en estas páginas, que persiguen contener nuestras emisiones. La mejora de la eficiencia energética de las edificaciones públicas y viviendas privadas, modelos agrícolas de bajo consumo en combustible y fertilizantes, y la apuesta por las energías renovables son algunos ejemplos. En el contexto actual de crisis económica, que tienta a dar por válido cualquier propuesta generadora de empleo, el impulso económico de Extremadura debería basarse en su mayor valor, el territorio, de lo que tenemos tanto cantidad como calidad. Los productos y servicios de calidad vinculados a explotaciones agrícolas y ecosistemas de alto valor natural deben ser motores de nuestro futuro próximo, sin por ello renunciar a propuestas tecnológicas, incluso industriales, basadas en procesos de bajo consumo energético o energías limpias.

En este sentido, la producción, aprovechamiento y transformación de la biomasa, que puede sustituir el uso de combustibles fósiles además de generar un elevado número de empleo, es una oportunidad que debemos mimar.