Regresado de Argentina a su pueblo natal, Llerena, el pintor extremeño expone en Badajoz 30 acrílicos realizados en los últimos años

Nacido en la posguerra en Llerena, Gerardo Ramos Gucemas, harto de la dictadura franquista, se afincó en Tucumán (Argentina) en 1971, donde conoció la obra de Francis Bacon, una de sus influencias básicas. Autodidacta, aprendió de los maestros del Museo del Prado, especialmente Goya. Ahora ha regresado a Extremadura y expone en la sala Vaquero Poblador de la Diputación de Badajoz.

--¿Por qué ha vuelto?

--Por nostalgia, sin duda, y soñando con la posibilidad de quedarme para cerrar el ciclo vital completo. Nací acá y empecé a pensar, pasados los años, en volver a mi pueblo, no sólo para conversar con los fantasmas del pasado sino por cerrar ese ciclo.

--"Siglo XX cambalache problemático y febril" dice el tango de Gardel. Parece que el siglo XXI sigue siendo un cambalache y su obra lo reflejaría.

--Incluso antes de conocer ese tango mi obra ya era un cambalache. Al margen del tango, Argentina es un país muy denso, muy vital, lleno de altibajos por las circunstancias sociopolíticas que le ha tocado vivir. Pero en esas circunstancias encontré motivos para darle contenido a mi obra, a pesar de haberme afectado no sólo como observador sino como víctima.

--¿Se considera expresionista?

--A grandes rasgos sí lo soy. El expresionismo para mí significó testimoniar lo que pasaba a mi alrededor. Mis cuadros no tenían por qué ser una decoración de interiores sino una forma de opinar. Siempre quise que mi pintura desprendiera una visión del mundo y de la vida, aunque no fuera optimista y supusiera una desventaja comercial. Tuve que decidir mi camino y elegí uno complicado. Por eso soy pobre.

--Su obra es visceral. ¿Se inspira con la parte más destructiva del ser humano?

--El ser humano no es que sea en sí mismo destructivo pero tiene características negativas asociadas a aspectos existenciales que hacen un poco más difícil la vida. Saco del ser humano aspectos que a la gente no le gusta ver demasiado. Por eso me gustaría que los que observen mi obra vean que hay partes de su vida que no son cómodas, fáciles, maravillosas. La vida está llena de mentiras y yo he querido penetrar en las cosas más ciertas.

--¿Sufre dibujando?

--No hay sufrimiento, sí un apasionamiento con el que te pones a prueba. Hay que ir hacia la pintura para establecer un diálogo total con ella. Se trata de un tira y afloja, de idas y venidas... Siempre he creído que la pintura se asemeja a la relación de un hombre y una mujer, se dan momentos de incertidumbre pero, por supuesto, tiene un final, ese transcurso que tú vas buscando hasta que llegas al colofón.

--Ha padecido censura de las dictaduras de España y Argentina. ¿El artista dice lo que todos piensan pero la mayoría calla?

--En mi caso sí. Es cierto que por el propio hecho de respetar mi libertad terminaba en provocación, aunque me daba cuenta después, en las exposiciones, cuando venía la gente y me agredía, no físicamente, pero me decían cosas tremendas. Nunca hubo indiferentes ante mi obra y eso es lo que más me place.

--¿Qué temas inspiran su obra más reciente?

--El ser humano. A veces hay otros ingredientes que se suman a la obra, pero en definitiva es el ser humano.