No hace mucho me topé con un titular periodístico: "Sin pistas de la giralda". Sobrecogido, me miré a mí mismo, besé el suelo, observé a mi alrededor y realicé un par de llamadas telefónicas para cerciorarme de que, efectivamente, me encontraba en Badajoz. Nunca se sabe. A veces uno cree estar en un sitio y resulta que está a doscientos kilómetros de allí. Por ejemplo: en Sevilla. Asumido el hecho de hallarme en Badajoz, llamé inmediatamente a mi amigo Guti , el dueño del bar La Giralda, para preguntarle si tenía pistas de su negocio. Además, ya puestos, intenté averiguar si era necesario, para llegar al mismo, el uso y disfrute de pistas, señales y otros elementos indicativos. Asimismo, me puse en contacto con Telefónica por ver la utilidad que estaba teniendo su vacío y abandonado edificio en la plaza de la Soledad, conocido en todo Badajoz como La Giralda.

A estas alturas de mis sesudas y concienzudas gestiones, comenzaba a entender la situación. En Badajoz sólo dos cosas se llaman giralda : un bar, muy apetecible, por cierto, y un edificio, hermoso y de propiedad privada. Giralda, lo que se dice Giralda, hay en Sevilla pero no en Badajoz. En Badajoz hay un edificio muy parecido, y anterior, a otro que hay en Sevilla. Pero no es la Giralda, sino la Torre del Oro. El nuestro, la Torre de Espantaperros, o Torre de la Atalaya, del siglo XII, por dar más pistas.

Este incidente, anecdótico, evidencia, sin un estudio sociológico o estadístico de por medio pero sí con una buena dosis de intuición, que la historia de Badajoz y el conocimiento de sus edificios, monumentos y enclaves más nobles y notables, aún está a años luz de lo que debiera ser una situación normalizada. Puede ser que los ciudadanos, los de a pie y los que debieran estar un poquitín más informados, hayan renunciado al valor añadido del saber pero la Administración no puede renunciar a involucrar al personal en la divertida aventura de descubrir la ciudad en la que viven y la historia que les ha traído hasta aquí.

Tal vez una asignatura sobre Badajoz en los colegios impediría que muchos sigan creyendo que Ibn Marwan era uno de los terroristas de las torres gemelas, que esto fue una ciudad romana o que faltan pistas de la giralda.