Manuel Godoy irá vinculado a su trayectoria como autor de novela histórica, por mucho tiempo que transcurra, porque del pasado siempre quedan detalles y rincones por descubrir, más si sobre el personaje en cuestión pesa una leyenda negra que no le hace justicia.

José Luis Gil Soto (Oliva de la Frontera, Badajoz, 1972) ha presentado esta semana en la librería Universitas la reedición de su obra La Traición del Rey, que incluye una carta manuscrita del Príncipe de la Paz que regaló al autor la viuda del descendiente directo del hijo de Godoy (Badajoz 1767-París 1851).

Fue su primera novela. La presentó en el 2008 y se agotó enseguida. Pero en aquel momento la editora no decidió reeditarla. Su nueva editorial, Kailas (que le publicó La dama de Saigón), coincidiendo con que en el 2017 se cumplen 250 años del nacimiento de Godoy en Badajoz, ha decidido volver a sacarla a la luz, porque además ya estaba agotada y porque después de su publicación apareció una colección de cartas de Godoy, algunas de las cuales permanecen inéditas.

Se trata de una reedición revisada que se atreve a incorporar algo que nunca ningún autor ha hecho antes, según Gil Soto, como es dar a conocer dentro de la historia que narra el contenido de un documento inédito, en el propio cuerpo de la novela. El personaje, Godoy, escribe esa carta que hasta ahora no se conocía. Esa carta la tiene el autor en su poder. Tres años después de publicarse La traición del Rey, José Luis Gil recibió la llamada telefónica de una mujer que decía ser la viuda de un descendiente directo de Godoy y de Pepita Tudó, su esposa, «y era verdad», recuerda el escritor. Esta mujer tenía en casa una colección de 74 cartas que valoró Patrimonio Nacional a instancias de Gil Soto y tras muchos avatares, las compró la Asamblea de Extremadura. Estuvo a punto de adquirirlas un inversor particular. «Yo quería que se las quedase una institución pública para que estuviesen a disposición de los investigadores e historiadores y se pudiera conocer el contenido».

Por la relación que entablaron, como agradecimiento, la propietaria regaló una de las cartas al escritor olivero, que él mismo eligió. «A mí me daba pena que permaneciese inédita, puesto que yo había puesto mucho empeño en que fuese una institución pública la que se quedase con la colección, me parecía impropio que no se diese a conocer el contenido de esta carta». Cuando la editorial le propuso la reedición de La traición del Rey, se le ocurrió que podría desvelar su contenido en la propia novela «y eso hice». Se trata de una carta dirigida a Pepita Tudó, que vivía en ese momento en Madrid para intentar recuperar sus bienes y sus títulos tras dejar a Godoy en París con su hijo y sus nietos. La correspondencia entre ellos fue prolija.

Gil reconoce que su valor no es tanto histórico como «sentimental», en el sentido de que en este escrito, Godoy, a punto de morir, se queja de que no tiene dinero y de que lo que consigue lo destina a educar a sus nietos y a mantener a su familia; se lamenta diciendo que no quiere nada para sí porque lo tiene todo hecho. Además, en un párrafo, el apodado como Príncipe de la Paz comenta que lo entierren donde muera. Cuando esta colección pasó a una casa de subastas, se eligió precisamente esta carta para publicitar el lote y un historiador cogió esta frase «tomando la parte por el todo, interpretando que Godoy no quería repatriarse después de su muerte a España, lo cual no es cierto», sostiene Gil Soto. Pero fue lo que se dijo sacando las palabras de contexto. Por eso el autor eligió esta carta, para dar a conocer su contenido íntegro.

El escritor apunta que realmente la carta «no dibuja un personaje nuevo», ni siquiera la colección completa, pero «sí son eslabones perdidos de una cadena que estaba por completar», porque «del Godoy del exilio se conoce mucho menos que el Godoy de sus tiempos de gobernante». Patrimonio Nacional creía que ya no quedaban colecciones privadas y ésta afloró gracias a la novela del autor extremeño, que la dueña de los escritos leyó «y quiso ponerla en mis manos, para que yo valorase la importancia que podía tener y decidiésemos juntos qué hacer con ellas». Ella se quedó otra, pero está escrita en francés y es una transcripción, porque no es la letra de Godoy. La que se ha quedado Gil Soto sí lo es. La enseñó en Universitas, donde repartió fotocopias.

Gil cree que aún pueden quedar datos por conocer de Godoy. «Con los personajes históricos, sobre todo aquellos con una historia tan tergiversada, siempre se descubren datos nuevos. Es verdad que a partir de los ensayos de Carlos Seco y Emilio La Parra, ya se puso en conocimiento gran parte del Godoy real». Su aportación ha sido «novelarlo y hacerlo más accesible al público y por otro lado, probablemente estas cartas no hubieran aflorado o mucho más tarde, ése ha sido mi granito de arena, del que estoy bastante satisfecho, porque yo no soy historiador».

Sobre la posibilidad de que los restos de Godoy sean repatriados, como hace unos años intentó el Ayuntamiento de Badajoz, Gil Soto opina que puede que sea una misión difícil, pero «creo que no es imposible la repatriación de cualquier personaje de cualquier sitio del mundo, sólo hay que poner empeño». La tumba está en el cementerio de Père-Lachaise, en París, donde Gil ha vuelto para presentar la novela. Pero se pregunta si es o no conveniente traerlos, «Que nos quede claro que es un personaje de primera fila, el extremeño que más poder ha tenido en sus manos en toda la historia y si viene sería para rendirle un homenaje sincero; pero si tenemos algún complejo, mejor lo dejamos donde está, en un cementerio magnífico, rodeado de personajes de primera fila», defiende. E insiste: «si hay interés en tener para la historia de Badajoz al extremeño más ilustre que ha dado esta ciudad, encantado, pero en una sepultura digna con un homenaje digno». Pues, en su opinión, Godoy «merece un gran homenaje».