La literatura y la filmografía bélicas están llenas de épicos golpes de manos en los que un puñado de héroes consiguen introducirse en las instalaciones enemigas y llevar a cabo, prodigiosamente, misiones inverosímiles, como destruir los cañones de Navarone, hacer saltar por los aires las fábricas nazis de agua pesada, echar abajo el puente sobre el río Kwai o rescatar al soldado Ryan. En guerra todo es posible y probablemente en la realidad se realizaron proezas aun mayores que las que retrata la ficción. En España hay poca filmografía de guerra y la que hay tira más al esperpento que a la épica, como sucede en La vaquilla . A la ficción bélica del franquismo, prácticamente inexistente, le bastó con el recuerdo de lo que realmente sucedió para mantener a la gente acojonada durante cuarenta años, por eso el régimen no tuvo necesidad de hacer cine bélico de su propia cosecha. Las películas de guerra que se hicieron entonces, a mayor gloria del vencedor, se cuentan con los dedos de una mano, porque bastaba con la memoria.

La literatura y el cine norteamericano y ruso son, con diferencia, el flujo de ficción bélica mayor que ha dado el planeta, unas veces poniéndole forma a una invención, otras veces, tratando de hacer ficción sobre la realidad y las más, contando directamente lo que pasó, que es la forma más mentirosa de narrar la verdad, como diría Vargas Llosa , porque la verdad no existe y además es imposible, y lo que queda son las pequeñas verdades de cada uno, es decir, la subjetividad de cada punto de vista. De este cine son paradigma, salvando las distancias, El acozarado Potemkin y Apocalypse Now .

Pero los golpes de mano no son exclusivos de la guerra. En tiempos de paz también los hay espectaculares, como el celebérrimo atraco al tren de Glasgow o el reciente asalto a la Base General Menacho de Badajoz, de la que los ladrones se han llevado diez pistolas y veinte fusiles de última generación, lo que da idea tanto de la profesionalidad de los asaltantes como de la de quienes tenían la obligación de repeler el asalto. Hechos así, tan perfectos, más allá de su evidente esencia delictiva, se revisten del aura de leyenda de la ficción. Los responsables de prevenir y evitar el golpe han dicho la genialidad de que se trata de "una banda muy organizada". Si los detienen, tal vez sería bueno invitar a los cacos a dar un curso de organización en la Base.