TPtasó la hora de los charlatanes. Los hermeneutas colgaron los aperos. Los mercachifles devuelven su defectuosa mercancía. Los incendiarios quedan a la espera de mejores tiempos para organizar otro espectáculo de fuegos artificiales. Se han marchado a casa los pancarteros, blogueros y demás agoreros, incluidos aquellos que tenían muy pocas esperanzas de que los suyos ganaran las elecciones en Portugal. Por cuestiones familiares, la realidad del país vecino se ha sentado desde siempre a nuestra mesa y nunca dudé de los resultados electorales que mantienen, aunque en precario, a los socialistas al frente del Gobierno portugués. Lo que resultaba curioso era la desconfianza más que evidente de sus hermanos ideológicos españoles, empeñados en que la derecha iba a arruinarlo todo, incluido el tren de alta velocidad.

Cuando se quiere hacer fiesta, o ruido, siempre hay una buena excusa que lo sustente. Va en la naturaleza humana. No nos resistimos a una juerga, aunque estemos solos y en medio del desierto. La agitación y la propaganda es innata en algunos partidos donde subir los impuestos puede ser de izquierdas o de derechas como el concepto de nación española: discutido y discutible. La tendenciosidad en las declaraciones puede ser tan maleable como los titulares en los periódicos, llegándose al paroxismo cuando se afirma que en Alemania la derecha ganó con apuros y en Portugal la izquierda renovó la confianza del electorado.

Pero, en fin, lo que importa es que, rememorando palabras no muy lejanas por estos pagos: ¡Ya tenemos AVE! Si me apuran, iré a reservar un billete para Madrid y otro para Lisboa. ¿Dijeron, prometieron, se reafirmaron, ofendieron a quienes dudaron y sentenciaron que para el 2010, no? Pues eso, veo al sosias del filósofo griego y su ágora elvense contratando estudios de impacto medioambiental, poniendo traviesas, construyendo estaciones y superando todos los obstáculos para llegar antes que los españoles a Badajoz. Ya no habrá, en ninguno de los dos gobiernos hermanos, más retrasos, ni dudas, ni promesas incumplidas, ni excusas como que se necesitan subir impuestos para que el tren llegue, ni manifestaciones al anochecer, ni electoralismos, sólo realidad pura y dura: el AVE que llega a casa por Navidad.

Para que luego digan que en España no se lleva el siniestro gótico que nos hace parecer estar siempre de funeral.