La celebración de la sexta edición de la fiesta de Los Palomos tomó ayer el centro de la ciudad como un canto de libertad y a la diversidad sexual, que ya se ha convertido en una referencia fuera de la comunidad autónoma y que congregó a miles de personas en el entorno de los escenarios de Puerta Palmas y la Alcazaba, desde las 16.30 hasta altas horas de la madrugada.

El ambiente ya empezó a moverse la noche del viernes, con visitantes procedentes de Sevilla, Huelva, Cádiz, Levante y de Madrid, que por el día llenaron las terrazas, como hicieron los pacenses, dando buena prueba de la declaración de Badajoz como Ciudad LGTB Friendly. Desde el mediodía de ayer se llenaron las terrazas entre la plaza de España, la calle San Juan, Moreno Zancudo, la plaza Alta y la de San José, así como las calles que conducían a estos lugares, y el entorno de Joaquín Costa. Los hosteleros habían colocado banderas arcoiris, colores que inundaron el merchandising que avispadas firmas de bebidas e incluso partidos políticos repartieron en forma de mochilas, pulseras y abanicos.

Alrededor de las 21.00 horas, los dos ambientes aglutinaban a más de 22.000 personas, según los datos de la organización, la Fundación Triángulo. Algunos asistentes de anteriores ediciones comentaban que este año había menos gente, pero lo cierto es que a medida que pasaban las horas, el bullicio se incrementaba. Los camareros de las terrazas se quejaban de que no habían parado en todo el día.

Las mayores aglomeraciones se produjeron en Puerta Palmas, con un público más joven. El paseo fluvial era el único lugar autorizado para la celebración del botellón, y desde la rotonda de Los Tres Poetas, Joaquín Costa y la plaza de Reyes Católicos, el trasiego de jóvenes cargados con bolsas y botellas o con vasos en las manos era continuo. Aún no había anochecido y ya se habían registrado un par de peleas, que se saldaron sin graves consecuencias, por la rápida intervención policial, según fuentes consultadas.

Arriba en la Alcazaba, el público era más contenido. La música que procedía del escenario gigante instalado en la explanada sonaba en todo el recinto, donde había pandillas tumbadas en la hierba bajo los pinos, largas colas delante de los urinarios portátiles y grupos bailando sin parar en la zona de tierra y junto a las barras de bebidas.

Antes de subirse a los escenarios, algunos artistas atendieron a los medios de comunicación. La dj Sofía Cristo, que tenía previsto pinchar una hora en Puerta Palmas, acudía por primera vez a Los Palomos, que definió como un "mini Orgullo".

Ella es una habitual en la celebración del Día del Orgullo Gay en Madrid y en otras ciudades. "Los Palomos es como el primer Orgullo del año", comentó. Para Sofía Cristo, esta fiesta permite "ser nosotros mismos", un requisito imprescindible para alcanzar la felicidad. "Yo desde mi posición como personaje público nunca pensé que se sabrían mis gustos sexuales, pero se conocieron y a partir de ese día me liberé, porque vi que no me tenía que esconder", se sinceró. A su lado, Guille Milky Way, cantante de La Casa Azul, antes de subirse a pinchar en la Alcazaba, defendió que "cuando la gente se libera, la vida es una fiesta". Realmente consiguió que el público se liberase bailando sin parar. Desde Barcelona, Miguel y Manolo, de la Fundación Tony Manero, prometieron diversión con su espectáculo de música disco, "un género muy apropiado para Los Palomos, porque la música disco nació a mediados de los 70, fue aupada por el colectivo LGBT y está muy ligada a su desarrollo". También han tocado en el Orgullo Gay de Madrid. "Cualquier fiesta que reivindique la unidad y el amor, nos parece bien", defendieron.