La feria acabó con mal sabor de boca. El deslucido juego de los toros del Conde de la Corte y María Olea, no permitieron que la joven terna alcanzara un triunfo sonoro. Eduardo Gallo, que aprovechó en la muleta el mejor del encierro, un toro que humilló y se dejó, resultó herido de gravedad, con dos cornadas, una en el triángulo de scarpa, de dos trayectorias, y otra por encima del ano. El quinto, le prendió al entrar a matar por segunda vez e hizo presa. Gallo cayó al callejón desplomado y pronto se vió la importancia del percance. Había estado el salmantino muy firme y valiente con el del Conde. Sacó muletazos de estética ejecución y se quedó muy quieto, con ese toreo de cercanías y riesgo que le caracteriza. Gallo apostó fuerte, no quiso pasar en blanco por Badajoz y hubiera salido en triunfo, pero al final lo tuvo que hacer por la enfermería. Con el segundo estuvo muy digno, especialmente por el pitón derecho, el único por el que el animal admitió algo, pero falló con la espada y descabello.

El Capea fue el triunfador de una mala tarde. La disposición y ganas que puso ante el sexto, con el público ya sensibilizado por la cornada de gallo, le valió para cortar la única oreja. Estuvo animoso, queriendo sacar partido y dándole distancia al toro que quiso embestir, pero le fallaron las fuerzas. A su primero le obligó por abajo en el inicio de faena, y el toro se rajó. Decisión de Capea, y poco más, con un toro que no quiso embestir cuando se sintió sometido.

Javier Solís no pudo aprovechar su primera corrida de la temporada. El que abrió plaza, desclasado, mirón y escarbador, no dejó que el pacense estuviera cómodo. Solís le puso corazón, pero no hubo lucimiento. Con el sobrero, que se quedó corto por el derecho y se volvía sobre las manos, y no se dejó por el izquierdo, quiso, pero con tan poco bagaje es difícil estar bien con un toro tan complicado.

Al cierre de esta edición, Gallo era operado en el Perpetuo.