No suelo enfadarme porque la razón les asiste, pero esta vez me he molestado, y mucho. No pretendo contar mi historia, sólo quiero que se apliquen los criterios con justicia.

Ocurrió el sábado. Tenía el coche mal aparcado, es verdad, frente al nuevo Archivo Municipal, delante de los bolos, en el recodo que une la plaza de San Juan con San Blas. Mal estacionado y candidato justo a una multa, pero ya está. No impedía la salida a nadie, ni el paso de vehículos.

Estaba en el trabajo y el sonido de un claxon hizo que me asomara a la ventana. Un patrullero cortaba el tráfico. Bajé corriendo imaginando lo que ocurría. La grúa estaba cargando mi coche.

Me enfadé y discutí con el guardia. Estaba --y estoy-- convencida de que la llamada a la grúa era una decisión arbitraria. Insisto: no interrumpía el paso ni molestaba a nadie, pero el agente decía que no podría pasar un camión de bomberos si hubiera un incendio; pero yo digo que sí porque, con vehículos ahí estacionados, he visto cómo han circulado sin problemas camiones muy anchos. Me pareció --y me parece-- que empleaba un criterio equivocado, sobre todo cuando me informó de que esa grúa, solo esa, era la que estaba de servicio. Sábado, día de compras ante las próximas fiestas, pensé que la zona comercial y sus inmediaciones deberían de estar llenas de vehículos en doble fila, impidiendo a otros la salida. Pero había decidido el agente ir a San Juan, vacío, y llamar para que retiraran el mío.

Luego vino la segunda parte. La tasa por el desplazamiento de la grúa. Cincuenta y siete euros. "Debo ir al cajero, supongo que tienen cambio". Respuesta negativa. La ordenanza establece que el conductor debe pagar la cantidad exacta. Marché a por dinero y a por cambio, mientras el policía seguía cortando el paso, causando más perjuicio al tránsito que mi coche ante los bolos.

Buscando nuevo aparcamiento tuve la oportunidad de ver ocho coches en doble fila.

Estoy enfadada.