El mismo día de la detención de cuatro etarras por agentes de la Guardia Civil, dos en Zamora y dos en Francia, pasé un importante control en carretera de estos estupendos agentes. Tenían seis vehículos sabiamente dispuestos en la vía, para hacer imposible el escaqueo de ningún delincuente y una docena de guardias, con armas largas, vigilaban a los vehículos que paraban. Era de noche y no me cupo duda de que el control tenía de alguna manera que ver con aquellas detenciones. En ese momento deseé que me parasen a mí, para tener la oportunidad de felicitarles por los éxitos de su trabajo contra los etarras y para agradecerles su labor, pero no lo hicieron. Así que lo hago desde aquí, y no solo para aquellos pocos agentes, sino para todos los que cada día, unas veces sabiéndose y otras no, nos protegen a los ciudadanos, con riesgo de sus vidas, de las amenazas terroristas, de la etarra y de las demás, y de las mafias y los delincuentes que nos acechan y que, a pesar de su número y de su agresividad, no han podido evitar que España siga siendo uno de los países más seguros del mundo, gracias precisamente a los cuerpos de seguridad del Estado y muy especialmente de la Guardia Civil.

Hay miles de extreordinarios sirviendo en este cuerpo, uno de los más eficientes del mundo. La medida de su categoría y de su excelencia, a pesar de su carencia de medios, la da el hecho palpable de que, siendo España teatro de operaciones del terrorismo etarra y del terrorismo islamista, y cuartel y campo de acción de las principales mafias del mundo --sin contar la delincuencia común autóctona e inmigrada--, nuestro país tiene una baja tasa delictiva y un índice de seguridad envidiable.

Vistos los fallos de la seguridad de países como EEUU o Irlanda frente a los éxitos de España, y sabiendo que los atentados islamistas de Madrid fueron una posibilidad avisada al gobierno de Aznar por los cuerpos de seguridad con meses de antelación, nuestro país podría exportar su modelo. En él tiene un papel muy relevante la Guardia Civil, que está haciendo inviable por completo, con su inmensa labor de inteligencia, el asentamiento de las últimas células etarras en ningún lugar del mundo.

La otra noche fue para mí admirable y emocionante ver, bajo la lluvia y con tanto frío, ese control de la Guardia Civil. Los hubiera abrazado a todos.