Los libros de los Macabeos y Las Antigüedades de los Judíos , de Josefo , documentan ampliamente la fiesta que se organizó cuando vencieron a los sirios-helenos, en el año 165 a.C., y lograron restituir los ritos, las tradiciones, la identidad de un pueblo sojuzgado por los seléucidas. La Mishná establece cómo ha de celebrarse Hanukkah, la fiesta de las luces donde se expresaban la paz, la felicidad y la prosperidad y que se repetía cada 25 de Kislev y a lo largo de ocho días. Tal vez podríamos encontrar aquí el precedente ancestral de la actual tradición de adornar casas y ciudades con velas y bombillas: las luces de Navidad que en estos días comienzan a iluminar plazas y avenidas, mercados y centros comerciales, hogares y miradas.

En estos años de crisis, las novedades no son muchas y pasan, si acaso, por un mayor ahorro energético, por una reducción de abalorios luminosos y por una especialización tecnológica que los propios tiempos van imponiendo. En alguna ciudad, han ido más allá y han suspendido, directamente, el alumbrado navideño. Habrá quienes piensen que en Badajoz debería haber sido así. Los habrá, por profundizar en la materia, quienes crean eso pero no tanto por ahorrar consumo eléctrico y presupuesto como por su descreencia u oposición frontal a la Navidad.

En alumbrado navideño, como en tantas otras cosas, nada hay nuevo bajo el sol y pretender innovaciones low cost o disimular las bombillas con un halo laicista no es más que la pretensión, inútil, por otro lado, de quienes creen ser originales desde la crítica y no aprovechan la oportunidad para unirse a la mayoría y no amargarles la fiesta con discursos de todo a cien.

Las luces de Navidad forman parte del ritual social extendido por más de medio mundo que entraría de lleno en el ámbito de las buenas prácticas comunitarias, o sea, que no hacen mal a nadie y que provocan una catarsis colectiva que no vienen mal en tiempos de crisis. Ver el árbol en San Juan o las calles y monumentos iluminados y las casas encendidas recuerda aquellas palabras del profeta Isaías, tan relacionadas con la Hanukkah: "El pueblo que andaba en tinieblas, vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos". El debate sobre las luces navideñas es tan absurdo y pueril que genera rechazo en una sociedad que ya sólo pide que se les deje pasar las fiestas en paz.