En 1943, Torres Balbás publicó en la revista al-Andalus un conocido trabajo sobre la mezquita de la Alcazaba de Badajoz. Mencionó que se estaban realizando excavaciones en la fortaleza, dirigidas por el también arquitecto Félix Hernández, responsable de la VI Zona, a la que pertenecía nuestra provincia.

En contra de lo que podría pensarse a partir de los antecedentes descritos, los trabajos en el monumento árabe no los llevó a cabo don Leopoldo, sino don Félix y sólo en el último momento, cuando se jubiló, José Menéndez-Pidal. Los dos primeros se tenían un gran respeto, pero entre las actuaciones de uno y otro mediaron circunstancias que, por comprensibles, no resultan menos amargas.

Al comienzo de la sublevación militar de 1936 aquél fue el primer responsable de zona que perdió su cargo y, por el contrario, don Félix fue el único que sobrevivió en su puesto a la guerra y casi al propio régimen franquista. En noviembre de 1946 el diario Hoy se hacía eco de una visita de L. Torres a nuestra alcazaba. Se publicó una foto en la que aparece en el adarve de la Puerta del Capitel con Francisco Vaca, arquitecto municipal, F. Hernández y J. Cánovas. Se le invitó a una visita de inspección de las obras que dirigían los otros. Parece que el segundo se ocupó del recinto y el primero de la zona de La Galera.

El tercero desescombró -más que excavó- y organizó el ajardinamiento. Era perito agrícola y su trabajo alcanzó niveles de exquisitez botánica, a pesar de los limitados recursos disponibles. El protagonista de nuestra columna sólo fue un convidado de piedra, aunque la idea del proyecto había sido suya. No creo que le pagasen nada. Si acaso el viaje. Había perdido la ilusión, que había sentido en algún momento, de trabajar en Badajoz. Le había ocurrido lo mismo en la alcazaba de Málaga, aunque allí le dio tiempo a colaborar algo más, pero tampoco asumió el papel protagonista que le correspondía. Algo flotaba sobre él que impedía llevar a buen término los proyectos. Nunca volvió a Granada, aunque estuvo a punto de poder hacerlo otra vez. La segunda venida aquí fue más una limosna intelectual que otra cosa. Algo se oponía siempre.