No sé qué hay que hacer para merecer una calle, ni si los criterios para designar al merecedor de este homenaje son los más acertados, lo que sí se es que yo no quiero que ninguna lleve mi nombre. Sé que es osado por mi parte pensar que yo pudiera merecerla, pero, por si acaso.

Con los años, hemos visto en más de una ocasión cómo en lugar de hacer justicia y honrar a la persona que se quiso homenajear, ésta es vilipendiada, humillada y despreciada, sin tener además posibilidad de defenderse. Hurgar en la vida de los demás es una mala costumbre extendida en este país, un vicio que gusta no sólo a los que trabajan en eso que llaman ´la prensa del corazón´, sino a los que se dedican a la política.

Resulta bochornoso que los representantes políticos del pueblo pacense se dediquen a hacer ´Hormigas Blancas´ con Margarita Nelken, Sinforiano Madroñero, Ricardo Carapeto o Fernando Calzadilla. Es cierto que si nos dedicáramos a investigar qué hicieron o no hicieron cada una de los personas que tiene una calle nos llevaríamos más de una sorpresa, por eso sería mejor usar números y letras para reconocer las vías, igual que las matrículas de los coches.