Hay hoteles famosos en la historia del cine, la literatura y la música que forman parte de nuestra propia historia gracias a algún viaje, una película, un libro, una canción o la suma de todos estos placeres. Por ejemplo, el Plaza en Nueva York, el Pera Palace de Estambul, el Nacional de La Habana, el Savoy de Londres o el Des Bains de Venecia. Los hoteles van llenando nuestras vidas como una experiencia para los sentidos. No sé si existe el Overlook de El resplandor pero Jack Nicholson y las gemelitas nos hicieron pasar miedo de verdad. En el hotel Couronne de Ginebra murieron Borges y Nabokov mientras que Dostoievski terminó su novela El idiota. En el Beverly Wilshire de Los Ángeles pasamos horas esperando encontrarnos con Julia Robert o Richard Gere.

Sin embargo, ninguno como el Hotel California que la música ha legado a millones de personas en todo el mundo, que la han escuchado, bailado y disfrutado desde 1976 cuando The Eagles alumbraron una canción que en pocos meses se convirtió en el primer sencillo de más de seis minutos en alcanzar el liderazgo en las ventas.

Apenas un par de años después, y junto con la Angie de los Rolling Stones y el If you leave me now de Chicago, irrumpieron en nuestras vidas cuando los adolescentes de un Badajoz que acababa prácticamente en la autopista, estudiaban en el Zurbarán o el Bárbara y como mucho llegaban a la calle San Juan para comprar en la pastelería Alba, bailaban viernes, sábados y domingos en la discoteca del Casino, donde las lentas empezaban a las ocho y media y a las chicas no les importaba siempre- y nacían en nuestra alma sensaciones, recuerdos y momentos que jamás hemos olvidado.

Ahora sabemos de qué va la letra, nos hemos hecho mayores, pero la nostalgia no apaga ni oscurece el agradable sabor de aquellas tardes de un Badajoz pequeño donde nos sentíamos invencibles.