TUtn espíritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el tiempo de la resurrección y que precisamente los acontecimientos que parecieron haberse dirigido en contra de su activación y amenazaban con consumar su hundimiento, han sido los signos más favorables de su regeneración". La frase del poeta Georg Novalis cobra todo su sentido a este lado de Huerta Rosales, puerto y malecón de Badajoz lleno de cuadros y colores al que cada día arriban los cometas y la luna brilla con más fuerza mientras Alberto Astorga cura ya todas sus cicatrices.

--¿Cómo se ve de niño?

--En cambio constante. Como hijo de funcionario del entonces Cuerpo Superior de Policía, los cambios de destino eran frecuentes. Por eso nací en Canfranc. En poco tiempo pasamos por Lugo, Astorga y Valladolid. Tantos cambios suponen una readaptación continua difícil en la infancia pero peor en la adolescencia.

--Defina su concepto de familia...

--Es un refugio de confianza. Siempre he tenido una familia unida. Como en todas, pasa de todo. Pero siempre se recibe apoyo y comprensión. La familia es lo único que queda cuando el resto falla. Sabes que se tiene ese soporte. Es un seguro emocional que hay que cuidar. Tiene muchísimo más valor que la política y mucha más recompensa.

--Hable de su padre...

--Era un enamorado de su profesión por la que sentía una gran vocación. Ingresó en el Cuerpo Superior de Policía muy joven y también muy joven ascendió a comisario. Nos inculcó la capacidad de trabajo y que conseguir cualquier objetivo es siempre posible si se trabaja. Desgraciadamente lo perdí cuando yo tenía 21 años. Siempre he echado de menos sus conversaciones.

--¿Qué pasó el 13 de junio?

--Viernes 13. Lo que fue un mal aparcamiento y una discrepancia se convirtió en una melé a la que se le buscaron toda clase de interpretaciones. Di explicaciones y pedí perdón tanto en privado como en público. Nunca una noche de mi vida fue tan detalladamente analizada y aderezada con cavilaciones y rumores. Emocionalmente me supuso un cambio radical en mis sensaciones personales y en mi percepción de la política. Pero considero que es un capítulo cerrado aunque siempre haya quien lo siga utilizando.

--Porque a usted no le juzgó un juez...

--No me juzgó un juez, me juzgaron los focos del telediario.

--¿Supo gestionar su crisis?

--Es difícil gestionar las crisis propias porque estás demasiado metido en ella y te falta perspectiva. Cuando los focos de la crisis te iluminan y te deslumbran no sabes cómo debes reaccionar. Pero hay que hacerlo y se hizo aportando lo que se recordaba y los informes y datos que se tenían. No se ocultó nada. Sin embargo pienso que el asunto interesó más por la época preelectoral y por tratarse de mí que por su trascendencia real.

--¿Es altanero?

--No, nunca. O por lo menos no creo serlo. Siempre he sido humilde y no he hecho alarde de mi posición o condición. Puedo tener el defecto de contestar con arrogancia y sarcasmo a la arrogancia, como burla a ella. No me considero más que nadie pero tampoco menos. Quien me conoce sabe de mis defectos, que son muchos, pero no es la altanería uno de ellos.

--¿Es un orador demoledor?

--Creo que no. No creo haber demolido a nadie. En los debates aparece siempre la pasión, el conocimiento de los asuntos y la forma de expresarlos. Me considero vehemente en la respuesta cuando el adversario oculta o manipula los datos. Atacar en lo personal no suele ser mi estilo, aunque siempre entono el mea culpa.

--Viaja en moto...

--Viajo por ciudad y, alguna vez, por carretera. La uso en lo personal y la usaba en lo oficial, pues te da una mayor agilidad e independencia. Si puedo moverme por mi cuenta lo prefiero a tener a alguien pendiente de traerte o llevarte. Lo hacía antes como opción y lo hago ahora. Creo que nunca he usado el coche oficial por petición mía. Me gustan las motos de todo tipo, aunque la que utilizo ahora, que pesa mucho, es de tamaño medio.

--¿Qué es la verdad?

--Lo que cada uno interpreta de una circunstancia. Hay tantas