Se ha hablado recientemente de la excavación integral de la Alcazaba. Dicho así parece una buena idea, si no encerrase buenas dosis de ignorancia. Bienintencionada, claro.

En la Alcazaba se hicieron trabajos, digamos arqueológicos, desde finales de los años treinta del siglo XX. No pueden considerarse tales los del tercer cuarto del siglo XIX, cuando se reformó el edificio del primitivo hospital Militar, se excavó el depósito de agua, que sustituyó al antiguo aljibe andalusí, y se limpiaron los restos de Santa María de Calatrava. Las labores arqueológicas sistemáticas y científicas comenzaron en 1977 y continuaron hasta 1985. Después, hubo control arqueológico de diversas actuaciones de limpieza y alguna excavación limitada. Entre 1998 y 2000 se excavó, todo lo científicamente que permitieron las confusas circunstancias administrativas, el hospital Militar. En 2006 se procedió a un ajardinamiento, supervisado también por un arqueólogo. Ahora se está investigando la zona afectada por las obras de rehabilitación de gran parte del recinto amurallado. En conjunto, puede decirse que más del 75% de la superficie total del yacimiento intramuros ha sido analizada por algún trabajo de investigación, del tipo que sea, y el conocimiento que poseemos del sitio es muy amplio. Lo que no impide la existencia de lagunas. Ahora estamos comenzando a llenar una, la del período bajomedieval, si nos dejan hacerlo correctamente.

Cuando acaben los actuales proyectos debiera dejarse descansar al monumento. ¿Por qué? Porque no es éticamente correcto agotar un yacimiento arqueológico de tamaña importancia. Debe quedar algo para que futuras generaciones de investigadores, con más conocimientos y mejores métodos, extraigan conclusiones históricas, inalcanzables ahora. No conviene hablar frívolamente de excavaciones totales, aunque a políticos y técnicos cortoplacistas les venga bien. Porque la arqueología en Badajoz empieza a ser como el fútbol. Todos opinan y nadie entiende de verdad. Para hablar con conocimiento de causa hay que leer, no sólo periódicos. Cuidado con las ideas brillantes, porque, a lo peor, se reinician nuevos procesos de rehabilitación más allá de lo necesario. Se hacen pasar por científicos y bien documentados. Luego resulta no ser oro todo lo que reluce y nos cargamos el yacimiento sin comprenderlo, ni pretenderlo.