Siendo alcalde Miguel Celdrán, el equipo de gobierno en el Ayuntamiento de Badajoz ideó poner en marcha cada año lo que denominó el Plan de Impulso a la Economía Local, porque el objetivo, según contaron entonces, era fomentar la creación de empleo ayudando a las empresas de la ciudad, que no pasaban por su mejor momento, movilizando inversiones sufragadas en su mayor parte con el remanente de tesorería. En su mayoría eran obras, por lo que se beneficiaban principalmente las constructoras, pero también compras, desde mobiliario urbano a instrumentos para la banda municipal de música. Año tras año, salvo en el 2015, el equipo de gobierno ha ido sacando esta carpeta con proyectos que tenían la particularidad -determinante- de que se tienen que acometer antes del 31 de diciembre del ejercicio en curso, precisamente porque se sufragan con el remanente.

Pero como los plazos se van retrasando, aunque las inversiones anuales se esperan como agua de mayo en los barrios, el plan no se anuncia hasta el verano y la maquinaria administrativa se empieza a movilizar bien entrado el estío. El retraso ya viene acumulado desde la liquidación del presupuesto del año anterior, que se realiza fuera de plazo. El último plan de impulso ha pasado por el pleno de la corporación municipal la última semana de julio, con lo cual, medio año ya está agotado, como ha ocurrido en anteriores ejercicios. Agosto se sabe que es prácticamente inhábil, con lo que llegará septiembre y muchos de los proyectos volverán a estar aún sin adjudicar. El comienzo del curso vendrá marcado de nuevo por la adjudicación de las obras y el inicio inminente de los trabajos, que pondrán patas arriba la ciudad y cuyos plazos, ya excesivamente ajustados, se verán afectados por las lluvias de otoño, que no son sobrevenidas sino previsibles. Acabado el año, habrá proyectos que no se hayan podido terminar a tiempo e incluso otros que no han llegado a sacarse a licitación. Algunos se podrán retomar en el ejercicio siguiente pero otros seguirán pendientes. Plan tras plan, este problema se repite, sin que hasta ahora en el ayuntamiento hayan sabido ponerle remedio.

Este año el revulsivo de los últimos meses será aún mayor, porque la inversión anunciada es muy superior a la de planes anteriores: 14 millones de euros, aunque no se gastarán todos, por las adjudicaciones a la baja. Una cuantía muy por encima del plan del 2017, que fue de 2,5 millones de euros para 33 actuaciones, mientras que para este año se anuncian en torno a 200, nada más y nada menos. Y todas ellas tendrán que ejecutarse antes de que nos comamos las uvas.

En el 2017 quedaron pendientes 3 proyectos, el diez por ciento, lo que pone de manifiesto la dificultad de llegar a tiempo para rematarlos en su totalidad. 14 millones son muchos, que se suman a los más de 18 que inyecta en la ciudad la estrategia Dusi. Badajoz lo va a notar los próximos meses. Hay quien critica que todas las inversiones se acumulan para hacerlas coincidir con el año electoral. Lo que debe importar a los ciudadanos es que las obras se realicen, que no se queden en el papel año tras año, que se urbanice de una vez el entorno de la Biblioteca del Estado, que se sustituyan las tuberías para evitar nuevos parcheos, que se pongan a punto las fuentes, que se adecue la comisaría de Montesinos, que se adapte la antigua sede del centro Abril y se amplíe el carril bici de una forma racional y, sobre todo, que lo que se anuncie se haga y que lo que se haga, se mantenga, para que no haya que volver a invertir en lo ya invertido.