TLta información local tiene mucho de buenas intenciones y poco de autocrítica. Aderezada con ciertas servidumbres que tienen que ver con la ideología, los intereses empresariales, los complejos profesionales, las frustraciones personales y la formación no siempre en perfecto estado de revista, deviene, a veces, en una especie de batiburrillo donde el verbo llenar cobra protagonismo y la falsa o poca especialización se erige en piedra angular de un producto con demasiadas carencias. Vayamos a los ejemplos, que es lo que importa.

El viernes, un partido político en la oposición, ofrece una rueda de prensa donde el oficiante juega con la ambigüedad y los conceptos, presuponiendo, sospechando pero no ofreciendo dato irregular o ilegal alguno. Al día siguiente, un periódico le dedica diez líneas a una columna (donde, por cierto, confunde el nombre de la única persona que cita) mientras que otro periódico se despacha con apertura de sección, titular a cinco columnas y toda una página para el asunto. El mismo día, la protesta de una veintena de alcaldes merece en un periódico una foto a dos columnas, en blanco y negro, y tan pequeñita que apenas se aprecian los detalles. En el mismo periódico, al día siguiente, una docena de chavales de juventudes socialistas que protestan porque no tienen piscina son premiados con una foto (no tiene desperdicio: todos sanos y sonrientes, bañándose en agua mineral) a todo color y a tres columnas, además de la previa que se les había publicado el día anterior.

Añadir al despropósito el curioso panegírico de una página que le dedican en un periódico a un empresario local y dirigente futbolístico que, por sus hechos recientes, merecía más reprensión que homenaje o el socorrido titular, en otro periódico, confundiendo la impresión personal con la general o haciendo de la estadística una ciencia que se cocina en casa. Escribir que los pacenses rechazan o se muestran indignados por lo que sea, sin soporte científico que lo argumente, alcanza pretensiones más subjetivas que reales.

Todo esto sin entrar en los breves minutos (debe ser que hay minutos con menos de sesenta segundos) de los locutores radiofónicos, el fondo ZP (como si las obras las pagara y las hiciera él) de las redacciones y la exquisitez de nuestra televisión autonómica sustrayéndonos, por ejemplo, de sus crónicas taurinas precisamente la muerte del toro.