Los dos primeros asedios de Badajoz, los ingleses no hicieron intentos serios de cortar el puente, tomarlo o conquistar su cabecera. Y en el fuerte de San Cristobal la guarnición francesa se defendió con enorme determinación, a pesar de sufrir la acometida de unidades muy superiores en número. Pero los atacantes no estaban convencidos de su victoria y equivocaron el punto de ataque por miedo a arriesgar demasiado, siendo sus recursos superiores.

La culpa del fracaso se la achacaron a la poca potencia de tierra del cerro, que impedía excavar trincheras de aproximación para protegerse y, cómo no, a los artilleros portugueses. Es cierto que eran bisoños, pero sus oficiales eran británicos y la precisión de fuego era en lo esencial responsabilidad suya. Lo cierto es que intentaron sorprender a la guarnición francesa y no lo consiguieron. Estaba bien pertrechada y dispuesta a resistir. Perder Badajoz era comenzar a perder la guerra y permitir que el ejército aliado se hiciera dueño de la frontera.

Cuando por fin los ingleses decidieron, en marzo de 1812, cercar la plaza el general Philippon había tenido el tiempo justo para prepararse. Las murallas estaban completamente reparadas, aunque los ingenieros franceses echaban de menos la ejecución de alguna obra más fuera del recinto. El mariscal Soult sabía que conservar Badajoz iba a ser muy difícil y puso todo su empeño, a pesar de sus muchos problemas, en prepararla para la defensa.