En el ránking de los diez mejores hospitales españoles de 2012 hay nueve públicos y solo uno privado. Si extendemos la clasificación al conjunto de la Sanidad española, observaremos que, existiendo alrededor de novecientos establecimientos hospitalarios en España y aun siendo aproximadamente la mitad públicos y la mitad privados, los públicos copan la mayoría de los primeros puestos en calidad, gestión, atención y éxito terapéutico. Esto, que es un logro incuestionable del Servicio Nacional de Salud, se lo está cargando el gobierno del PP en un tiempo récord, convirtiendo en insana a la que hasta ahora era la mejor Sanidad Pública del mundo.

Contra los hospitales privados que viven de sus clientes no tengo nada que objetar. Las que me escaman son las empresas que pretenden hacer negocio con la privatización de los hospitales o de sus servicios. La mierda de comida que sirve el Hospital de Navarra que ha privatizado el cátering, es un ejemplo de que la ecuación "recortes-privatización-lucro empresarial-buena calidad del servicio" es materialmente imposible. Mientras que la sanidad pública solo hace una cosa con su presupuesto -dar servicio a los enfermos-, las empresas que reciben los hospitales o los servicios sanitarios privatizados tienen que hacer dos cosas y, además, con el presupuesto recortado: dar servicio a los enfermos y ganar dinero. Y, perdónenme, pero la cuenta no cuadra. Por eso, las empresas privadas organizadas alrededor del ignominioso reparto del pastel de la Sanidad Pública española, solo tienen dos soluciones, que están aplicando a conciencia: reducir la calidad hasta extremos de juzgado de guardia y pedir más dinero a quien les dio la concesión a precio cerrado, lo que representa un fraude en toda regla.

En una clínica privada estallaron las botellas de oxígeno estando ingreso el Rey. Esa misma clínica tuvo que pedir una ambulancia medicalizada a la pública cuando uno de sus enfermos sufrió un infarto. Es una metáfora grandiosa de lo que está pasando con nuestra galopante Insanidad. Incrementar las listas de espera como nunca antes, dejar que la gente se muera en urgencias sin recibir atención o provocar el deterioro de los servicios para justificar esta privatización tramposa no debe salirle gratis al ejecutivo PP, un gobierno insano, es decir, perjudicial para la salud de todos.