Como del amor al odio, de un acuerdo de investidura a uno de legislatura, sólo hay un paso. El alcalde de Badajoz, el popular Francisco Javier Fragoso, y el portavoz municipal de Ciudadanos, Luis García-Borruel, se han encargado de aclarar por activa y por pasiva que lo suyo no es un juramento de amor eterno, sino que fue un acuerdo puntual para que se hiciese con la alcaldía el partido más votado y no conlleva que tengan que votar al unísono los cuatro años siguientes. Esa es la teoría, porque en la práctica, pocos han sido los asuntos en los que Borruel ha disentido del partido gobernante, aunque ha ido poniendo su granito de arena aquí y allá para dejar su impronta.

Esta semana, convocó a la prensa para hacer balance del año transcurrido. Aseguró que del programa electoral con el que Ciudadanos concurrió a los comicios municipales, se han cumplido casi el 42% de los compromisos adquiridos. Esto es, 21 de 56. Esos son sus cálculos que, curiosamente, siempre son cifras terminadas en 1, pues 21 fueron los acuerdos rubricados para la investir a Fragoso y 61 las propuestas de Ciudadanos incluidas en los presupuestos municipales del 2016. Echando cuentas, Borruel mencionó como logros la construcción de la web del ayuntamiento, que ya funcionaba, mejor o peor; la creación de distritos que no ha tenido aún traducción práctica; ni tampoco la potenciación del voluntariado; ni el apoyo al comercio local; ni navega aún ningún barco turístico en el Guadiana; ni se ha abierto todavía el aparcamiento de Conquistadores; ni existen contenedores por las calles para la recogida de aceite usado; ni han mejorado las condiciones de la perrera municipal y si el alcalde se ha limitado los mandatos, todavía está por ver.

Es cierto que en el trajín del palacio municipal algo está cambiando. Los temas se mascullan previamente en las comisiones informativas antes de llegar a pleno, y el equipo de gobierno sabe que está obligado a dialogar si quiere sacar iniciativas adelante. Eso ha derivado por otro lado en que las sesiones plenarias se hayan alargado más de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los debates se hayan vuelto interminables y agotadores. Confiemos en que el tiempo y la experiencia aporten sensatez y acaben autorregulándolos. También se convocan más mesas informativas. Hasta ahora no había precedentes, como la comisión sobre el cumplimiento del contrato de la empresa de limpieza, con la presencia de los medios de comunicación.

Borruel sabe que su grupo es necesario y aunque le duela en prenda reconocerlo, no debe rasgarse las vestiduras por que en el equipo de gobierno lo llamen "socio". Como tal se comporta. Incluso se sube al coche oficial con el alcalde cuando ambos se dirigen al mismo destino. El portavoz naranja entra casi sin llamar en el despacho del primer teniente de alcalde, Germán López Iglesias, erigido en negociador nato, que lo atiende con paciencia y displicencia. Hasta ahora han sabido entenderse y de seguir con esta hoja de ruta, no parece difícil que acaben la legislatura de la mano.

Pero aún quedan pendientes asuntos de los primeros 21 puntos que tienen complicada solución en el horizonte. Hay un tema que se ha tratado de soslayo: Borruel quiere que se ponga fecha a la elección de los alcaldes de las pedanías. Una piedra en el calcetín azul, porque el PP sabe que si los vecinos de los poblados deciden en las urnas a su alcalde, el que resulte no va a ser de su cuerda precisamente. Los poblados han sido tradicionalmente socialistas. Ese compromiso no es de investidura, sino que tiene fecha inmediata. Ahí se verán las caras los socios.