En el Ayuntamiento de Badajoz sonaron ayer campanas de boda y relinches de caballo. Se casaba Alfredo Santamaría Sánchez, de 75 años, y a la felicidad que lo embargaba por dar oficialidad a la unión con la mujer que quiere, Loli Guerra, se unió la alegría de encontrarse a las puertas de ayuntamiento, cuando estaba a punto de entrar en la ceremonia, con uno de los amigos más queridos, al que no esperaba precisamente ese día, a esa hora y en ese lugar.

No era un compañero de infancia al que no veía desde hace años, ni un vecino emigrado a las Antípodas, sino que en las puertas del palacio consistorial se presentó su caballo Gallo, cabalgado por el nieto al que más unido está, Javier, al que tampoco esperaba ver porque precisamente, para adornar la sorpresa, había hecho creer a su abuelo que no podría acudir a la boda porque tenía que trabajar. "No esperaba ni que viniese yo ni que estuviese con el caballo", contó el joven.

Javier apareció vestido de corto subido al caballo en la plaza de España justo en el momento en que el novio se bajaba del coche nupcial. Cuando su abuelo los vio no pudo contener las lágrimas, según contaba después su nieto. Llegó hasta allí por las calles del Casco Antiguo de Badajoz. Bajó el caballo en la Alcazaba y montado en él atravesó la plaza de San Andrés hasta la fachada del ayuntamiento. Los viandantes que se cruzaron con el jinete no entendían a qué se debía su presencia por el centro de la ciudad, "porque un viernes, con un caballo por Badajoz no es normal, si fuese feria tal vez, pero la gente se sorprendía", contó el joven.