Periodista

Es conocido que Badajoz no es una ciudad limpia, que la mayoría de sus vecinos tampoco son limpios porque si no, su ciudad no estaría sucia, y que sus responsables municipales tampoco son limpios porque si no, ya habrían encontrado un modo de mantener el pueblo limpio, con las famosas campañas de sensibilización de posters y trípticos, con más medios y personal o con algo de imaginación al respecto. Pero si durante todo el año Badajoz es una ciudad sucia, porque así lo quieren y lo permiten sus vecinos y sus autoridades, en verano, todos los veranos desde hace muchos veranos, es especialmente lamentable porque los jaramagos, los arbustos y los pastos campan por sus fueros.

Desde el campus --que tampoco se ha caracterizado nunca por ser ni limpio, ni verde, ni acogedor ni estar cuidado--, los bordes de las vías urbanas, incluso de calles y acerados, la multitud de huecos sin cerrar y espacios entre éstos y edificios, Badajoz es una especie de Monopoli con edificios y vías puestas en medio del campo, salteado de los mencionados jaramagos, arbustos y pastos que nadie, nadie se preocupa de quitar para evitar incendios, ese aspecto desastroso de lugar desaliñado y sucio, donde se produce todo tipo de bichería, como denuncian en los barrios periféricos, desde Cerro de Reyes a la urbanización Guadiana, donde los vecinos se quejan de los nidos de ratas, pulgas, garrapatas, culebras, todos ellos bien acompañados de cucarachas y mosquitos. Será que estas buenas personas no quieren a los animalitos, o será que estas personas están hasta la gorra de tanta incompetencia, tanta suciedad y tanta fealdad.