Casi nueve años han sobrevivido las jardineras que el Ayuntamiento de Badajoz colocó en la histórica y recoleta plaza de la Virgen de la Soledad, cuando decidió convertir este espacio en plataforma única. La plataforma única consiste básicamente en poner al mismo nivel aceras y calzadas como solución de accesibilidad y de eliminación de barreras arquitectónicas en la que tiene prioridad al peatón.

Desde que el ayuntamiento pacense dio a conocer el proyecto que iba a acometer en la plaza de la Soledad, la asociación de discapacitados Apamex alertó de que incumplía la Ley de Accesibilidad de Extremadura. No había que acudir a una normativa para entender que era una cuestión de sentido común, pues un espacio con plataforma única no puede contener obstáculos que contradicen su definición. El problema que denunció entonces Apamex y siguió criticando eran las jardineras en forma de media luna que los arquitectos autores del proyecto colocaron cual protuberancias rajadas por toda la plaza. Nueve en total, como nueve son los años que han transcurrido desde que se diseñaron, se construyeron y se denunciaron.

Estas jardineras, que algunos describieron como olas, tenían la particularidad de que eran un corte en el pavimento y por uno de sus laterales se levantaban sobre el suelo a modo de fístula supurante. Antes de que se hiciesen ya se sabía que aquello iba a suponer un estorbo en una plaza tan transitada como la de la Soledad, donde está la ermita que a diario visitan cientos de devotos para rezarle a su patrona y en la que se celebran numerosas bodas, donde se ubica el Conservatorio Superior de Música y un lugar de visita inexcusable para los turistas que se acercan a Badajoz.

Menudo tropiezo municipal. Apamex, que no se olvidó del tema y nunca se salió del jardín en el que se metió, alertó de que las caídas de viandantes se contabilizaban por decenas. Esta asociación ya no solo denunciaba que las jardineras eran una barrera para las personas con problemas de movilidad o para quienes tienen que llevar un carrito de niño, sino para cualquiera que no fuese con cuidado mirando el suelo como quien recorre el camino de Santiago por los tramos más pedregosos. Las jardineras en forma de media luna o de olas, o de plátano canario o de la letra inicial de caída además no cumplieron con el cometido previsto, pues a pesar de que el proyecto preveía sistema de riego, las plantas que en teoría tenían que crecer y multiplicarse en su interior, se deterioraron por falta de mantenimiento. Quizá si el servicio encargado de parques y jardines hubiese cuidado estos singulares arriates y hubiesen crecido arbustos cuajados de lindas flores, su visibilidad habría impedido que fuesen un obstáculo mimetizado con el suelo, que es lo que casi siempre fueron, pues no se preocuparon de mantener las plantas vivas y lustrosas, como sí lucen las del paseo de San Francisco o en la plaza de Minayo. Durante su inverosímil existencia, las jardineras de la Soledad no han cumplido su función. Han sido como un jardín sin flores.

Ahora, tras años reclamando que se quiten, el ayuntamiento ha destinado una partida y la misma empresa que las construyó las ha eliminado esta semana, con la intención de que el suelo de la plaza sea llano y continuo, como si fuese de plataforma única, que en origen fue lo que se anunció. Total, 25.400 euros de nada. Cuando el ayuntamiento anunció el proyecto y escuchó las primeras críticas, el equipo de gobierno dijo estar pendiente de informes técnicos y jurídicos, cuyo contenido no trascendió. Han tardado 9 años en rescatarlos.