TSton pocos, apenas una decena. Viven en Badajoz y están sufriendo. Nada saben de sus familias, atrapadas en el infierno de Gaza. Abdel es el imán de la mezquita y me hablaba de la noche de la invasión, pasada frente al televisor, viendo a través de Aljazeera el horror que se vivía en su tierra. Ciegos y sedientos porque no había luz ni agua, solo oyendo y sintiendo las sacudidas del ejército invasor.

En casa yo también enciendo el televisor. WAR ON GAZA. Cuentan que sigue la crisis humanitaria mientras las imágenes muestran columnas de humo, edificios destruidos, tanques y niños muertos.

Me importan un bledo las razones para esta acción militar, solo sé que es intolerable. En la frontera, los camiones con ayuda humanitaria están retenidos mientras en los hospitales se carece de medios para atender a los heridos.

Pongo la radio y oigo a Simon Peres decir que no quieren ocupar Gaza y que Hamás está teniendo la lección que merece. Me irritan estas cínicas palabras. Quieren aleccionar a un pueblo que vive hacinado en un pequeño territorio y con problemas para la subsistencia porque, los que ahora les atacan por mar, aire y tierra, en combates ya cuerpo a cuerpo, los tienen sometidos a un bloqueo que les ha hundido económicamente. El 80% del millón y medio de habitantes de la Franja depende de la ayuda exterior para comer y, me pregunto, qué haría cualquiera de nosotros en esta situación. En Badajoz, más de una persona me ha expresado su temor ante lo que pueda ocurrir en España cuando aumente el nivel de paro y las prestaciones por desempleo se acaben. Cuando la gente no tenga para comer. En esta inquietud está la respuesta.

Los pueblos se revelan cuando se les bloquea y se les asfixia y ahora, quien le tiene las manos cerradas entorno al cuello, se siente legitimado para dar lecciones.

Mientras escribo, en la televisión tengo puesto un documental sobre el Parque Kruguer en Sudáfrica. Una jauría de perros salvajes atrapa a un búfalo y lo devora vivo, arrancándole las entrañas tras desgarrarle el vientre. Nadie ayuda al búfalo.

Desde aquí, Abdel y su decena de compatriotas, poco pueden hacer mientras contemplan su Franja a través de Aljazeera.