Su hija tiene dos años, pero hace uno que sospecha que puede padecer Transtorno del Espectro Autista. Jesús Manuel Portillo lleva varios meses esperando que diagnostiquen a su pequeña y la sensación de angustia es cada vez más grande. Fue derivado por el pediatra a Apnaba, a donde acudieron en enero. Estaba en lista de espera, pero ahora con la suspensión del servicio teme que el retraso en la valoración de su hija está impidiendo que "se le dé el tratamiento adecuado". Se queja de que el tiempo corre mientras va de un especialista a otro sometiendo a la niña a unas pruebas que muchas veces no le hacen falta, utilizando recursos públicos, ralentizando el sistema sanitario. "Al final puede haber una pérdida funcional que no recupere, lo que a los padres nos duele más y encima es mucho más caro para la sanidad pública", expone. A su juicio, el SES no pueden hacer el diagnóstico con la fiabilidad de Apnaba.